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Retazos de la historia del convento de Santiago el Zebedeo, Sigüenza

Marcos Nieto. Modificado: 14-junio-2009. Introduzco una corrección sugerida por J. A. Gallego Gredilla

Estimado lector: trascribo a continuación los testimonios impresos que he encontrado en los que se recoja el devenir histórico del convento.

Retazos sueltos

Son los mas abundantes, pero difíciles de aprovechar por lo fragmentarios. En numerosas escrituras, protocolos notariales, etc. aparece estampada la firma de alguna monja del convento, especialmente la de la Madre Superiora, por representar la autoridad del mismo. Este es el caso de cualquier gestión relacionada con la iglesia de Santiago, la cual usaban con permiso del Cabildo, su verdadero dueño desde la supresión de parroquias en 1525. Pasaremos a consignar algunos de ellos, simplemente como pinceladas sueltas.

Así, en la Abadesa Dorothea de Santa Clara tiene que pedir en 1730 permiso al Cabildo Catedralicio para poder exponer el Santísimo el día "veinte y tres de este mes de Marzo día en que se celebra la fiesta de Nuestro Santo Patriarca y Padre San Joseph en esta su Yglesia de Santiago". En 1764 la abadesa María Luisa de San Juan repite la petición esta vez para exponer el Santísimo con ocasión de "la octava del corpus". En otra ocasión, pero sin fecha, la abadesa Ynés de Santa Rosa pide permiso para exponer el Santísimo "estos tres días de Carnestolendas". Posteriormente, en los intentos de restauración de la parroquia de Santiago -que nunca se culminarían- los miembros del Cabildo, hartos de las continuas reclamaciones que recibían sobre los bienes de las antiguas parroquias llegan a afirmar cosas como esta: "La de San Tiago está perfectísima y puede su párroco desposeer a las Religiosas si tiene derecho para ello y no molestar al Cabildo".

El convento en la obra de Fray Toribio de Minguella y Arnedo

En la obra más completa publicada sobre la historia de la Diócesis [1 tomo III, páginas 584-586], se hace uso de fuentes documentales que poco después serían destruidas por completo; hasta ahora era lo único conocido.

Comienzo trascripción

Tomándolo de la Historia de Guadalajara, escrita por Núñez, dice el Memorial histórico español, tomo VI, que "el Duque del Infantado D. Iñigo López de Mendoza, sobrino del Gran Cardenal de España, concurrió con sus gentes de armas a la toma de Loja el año 1486. De la gente de Guadalajara eran Capitanes don Pedro Carrillo de Albornoz y Juan de Villanuño, criado del Cardenal, que traía su gente y dejó solas dos hijas que no se casaron y fundaron en Sigüenza el monasterio de Santa Isabel".

No es cierto que le monasterio fundado fuese de Santa Isabel, sino de Franciscanas de Santa Clara, Orden Tercera, y es inexacto que las fundadoras fuesen hijas de D. Juan, de quien eran hermanas, pues el padre se llamaba D. Diego de Villanuño, que, efectivamente, fue uno de los servidores de la casa del Cardenal Mendoza y vino a Sigüenza hacia el año 1470. Las Actas capitulares nos dicen que en 2 de Enero era Concejal del Ayuntamiento de esta ciudad y diputado sobre la fuente, o sea el asunto de la traída de aguas potables. Este mismo Diego Villanuño fue Mayordomo del Cabildo catedral.

Tuvo D. Diego, además del D. Juan, otro hijo llamado Francisco y dos hijas, María y Catalina, siendo su esposa Doña Catalina de San Clemente. Ambos hijos siguieron la carrera eclesiástica y el segundo era Racionero de nuestra Santa Iglesia el año 1497. Según las Actas, estuvo entonces preso en la torre de las Campanas por haber dicho palabras fuertes al Dr. Montalegre, y luego trasladado, como detenido, a la casa del Arcediano de Molina. Fue después este D. Francisco Arcediano de Soria, sucediendo en esta dignidad a su hermano Juan.

Habitaban los esposos D. Diego y Doña Catalina en casa propia de la calle Mayor y en la misma acera de la Iglesia de Santiago donde ahora está el Convento. Las dos hermanas vivían con sus padres en tanta piedad y recogimiento, que eran conocidas con la denominación de las Beatas de Villanuño, mucho mas cuando ya quedaron huérfanas. Murió primero el padre y luego la madre, dejando esta en legado para el Cabildo la quinta parte de la casa en que vivía la familia. Más adelante adquirieron las Beatas la propiedad de toda la finca pagando al Cabildo 25.000 maravedíes.

Escudo en piedra de los Villanuño, gotizante, rodeando de una rueda de Santa Catalina. Situado en la fachada del actual convento en La Alameda

Escudo de los Villanuño

Recluidas allí voluntariamente las dos hermanas, suplicaron al Sumo Pontífice que aprobase una fundación monástica para convertir en Convento la casa en que moraban. El Papa Adriano VI accedió a la petición, enviando al efecto un Breve que había de ejecutar el Sr. Obispo de Sigüenza, entonces D. Fadrique de Portugal, disponiendo que fuese Casa de Beatas de la Orden Tercera de San Francisco. El Prelado nombró Abadesa a Doña María y Priora a Doña Catalina, autorizando la admisión de religiosas.

Escudo en piedra de D. Fadrique de Portugal. Existen dos ejemplares, uno en el tímpano de



 la iglesia de Santiago y el representado aquí, en la fachada del actual convento de La Alameda

Escudo del obispo D. Fadrique de Portugal

Como la iglesia de Santiago pertenecía al Cabildo y estaba tan próxima a la Casa de las Beatas, mediando sólo un pasadizo que es ahora la portería, donde el Concejo tenía Juntas públicas en los siglos anteriores, pidieron ambas hermanas que se les cediese el Templo para el uso permitiéndoles tener en él una tribuna a manera de coro. Lo concedió el Cabildo, aunque conservando la propiedad de la Iglesia y tomando desde entonces y teniendo siempre bajo su especial protección a las Religiosas.

Medallón renacentista representando a Santiago el Zebedeo, con báculo en su mano izquierda,



 y sombrero caído por la espalda, situado en el tímpano de la iglesia de Santiago
Medallón renacentista con la efigie de Santiago el Zebedeo, colocada en el tímpano de la iglesia de Santiago, colocada presumiblemente tras conceder permiso el Cabildo a la Casa de Beatas de Villanuño para que pudiesen hacer uso del templo

Al principio les daban, como hemos dicho, el nombre de Beatas de Villanuño, luego el de Beatas de Santiago y más adelante el de Religiosas de Santa Clara. En 7 de Julio de 1529 hicieron las dos hermanas una solicitud al Cabildo en estos términos: "Muy Rdos. y Nobles Sres.: Doña María y Doña Catalina de Villanuño, beatas Religiosas del Monasterio de Sr. Santiago de esta ciudad y servidoras de Vs. Mervedes besamos sus manos y les suplicamos nos hagan señalada merced que atento el grande gsto que esta casa tienen en las obras comenzadas y la necesidad que hay para las acabar y visto que somos mugeres y no podemos entender en las tales obras e que si por nuestras manos se oviesen de acabar en mucha parte seríamos perdidas en lo cual Vas. Merdes. como curas de esta iglesia no serian contentos ni servidos que se gastasen mal los dineros, y también atento que vuestras mercedes es muy justa razón que pusiesen una persona de su Cabildo pues mucha parte se tiene de gastar en su iglesia para que lo vea e ordene a Vas. Merdes. suplicamos les plega dar licencia la Sr. Arcediano de Medina que ha tenido hasta aquí en las obras de esta casa el cual gane en la iglesia sus frutos entendiendo en la obra fasta el día de Sta. María de Agosto primero que verna, o si algo mas fuere menester en lo cual a Dios Nuestro Señor harán gran servicio e nosotras recibiremos merced para siempre rogar como rogamos por los estados y personas e vidas de Vs. Merdes. que Nuestro Señor guarde por largos tiempos como desean. - De Vs. mercedes Doña María de Villanuño y Doña Catalina de Villanuño.

En 1535 acaeció la muerte del Arcediano de Soria y traído su cadáver se le dio sepultura en la Iglesia de Santiago, poniendo en su artístico mausoleo este epitafio: "Aquí está sepultado el muy noble y muy Reverendo Sr. Dn. Francisco de Villanuño, Arcediano que fue de Soria en la iglesia de Osma a XXVIII de Marzo de MDXXXV. Dexó por heredero a este Monesterio de Santiago, que fue casa de los muy nobles SS. Dn. Diego de Villanuño e Doña Catalina de Sn. Clemente sus padres. Mandose sepultar junto a este altar de Ntra. Señora donde en su vida por su devoción eligió su sepultura: el qual juntamente con el muy noble e muy Reverendo Señor Dn. Juan de Villanuño su hermano e antecesor Arcediano de Soria y las muy nobles y devotas SS. Dª Mª e Dª Catalina de Villanuño sus hermanas abadesa e priora deste monesterio fundaron e dotaron y edificaron esta Casa a gloria de Dios- Requiescant in pace. Amen".

Las hermanas le sobrevivieron veintiún años, de manera que tuvieron la satisfacción de ver y dejar el Convento concluido y con bastante personal de Religiosas muy observantes. Abadesa y Vicaria fallecieron el mismo mes y año con la sola diferencia de diez y seis días, pues Dª María murió el día de San Blas, 3 de febrero de 1556, a las siete de la noche, y Dª Catalina el 19 del mismo mes y año, Miércoles de Ceniza, a las tres de la madrugada. El Cabildo mandó se hiciesen clamores como a Beneficiados y asistió en cuerpo al sepelio, predicando en las honras de una y otra el Dr. D. Fernando Velosillo, que fue luego Obispo de Lugo.

Virtuosísimas fueron sin duda las fundadoras, pues aún parece que se respira en los claustros del modesto Convento el aroma de santidad que en ellos dejaron. En todos tiempos ha sido, y continúa siendo, el Monasterio de Monjas Franciscanas de Sigüenza uno de los más observantes de la Diócesis, y en él se han santificado y santifican muchísimas almas, contribuyendo con sus oraciones y penitencias a que el Señor derrame especiales misericordias sobre la ciudad y todo su Obispado.

Todavía nos proporciona una noticia más, pues en la descripción que realiza de la visita de Fernando VII a Sigüenza en 1826 supuestamente para implorar ante Santa Librada un heredero varón, aparece el siguiente detalle [1, tomo III, página 600]:

Por la tarde, mientras el Rey asistía a la novillada y fuegos artificiales, visitó la Reina(1) a las Religiosas de Santiago

¿Visita de cortesía? ¿Quizás para orar ante el famoso cristo de tamaño mayor que el natural? Nada sabemos.

Fin trascripción literal de Minguella

Notas:

(1) María Josefa Amalia de Sajonia (1803-1829), tercera esposa de Fernando VII, con el cual se casó con 16 años y de cuyo matrimonio no tuvo hijos

Testimonio realizado poco antes de las destrucciones de 1936

De la década de 1930 tenemos una descripción [2] realizada con mucho detalle de la Iglesia de Santiago, pero que suele introducir datos equivocados (por ejemplo la afirmación de que el Arcediano Villanuño fuese el fundador del convento), por lo que se debe tomar con mucha precaución. Nótese que la descripción omite el altar mayor, aparentemente centrándose en los altares laterales, de los cuales no conservamos imágenes, excepto una vista parcial del situado en el lado del evangelio en que aparenta ser neoclásico tardío.

Santiago, monjas franciscas de Santa Clara desde el siglo XVI, era antes una de las dos parroquias de la nueva ciudad construidas por D. Cerebruno. En la muy bella portada románica, del promedio del siglo XII, un busto del titular plateresco. Desfigurado en parte el interior, sencillo en la nave, tiene muy interesante la cabecera, románica, con columnas del tipo de lo románico de la Catedral. En los áticos del 2º retablo izquierdo y 2º derecho, que son del estilo proto-barroco a lo Juan de Lobera, dos tablas del siglo XVI. En el mayor, Crucifijo y su Dolorosa y Evangelista, imágenes ya del XVII. Guárdase (a derecha) el notable sepulcro del Arcediano Villanuño (m. 1535), con estatua, proto-plateresco, fue el fundador del convento, instalándolo en las casas de la familia: el patio, no visitable, plateresco (1). El ábside, visible de lejos, al otro lado del Vadillo. Junto al edificio conventual de los Villanuño, otro agregado, barroco, del año 1766.
Notas al texto anterior:

(1) Las columnas de dicho patio se conservan en la actualidad, coronando la antigua torre de Nuestra Señora de los Huertos, y no son platerescas, sino góticas.

Para complementar lo anterior, incluyo una interpretación mía del desaparecido retablo mayor de la iglesia, deducida del testimonio fotográfico de Pedro Archilla

Esquema del antiguo retablo mayor de la iglesia de Santiago. Presentaba en la parte superior un Calvario, con crucificado rematando el retablo y las figuras de la Virgen María y San Juan en sendas ménsulas laterales. En la hornacina central aparece figura de Santiago a caballo, blandiendo una espada y con estandarte

CONJUNTO CALVARIO

A Crucifijo B Virgen Dolorosa C Juan Evangelista

OTRAS IMÁGENES

D Santiago Matamoros (santo titular) E y F imágenes de santas clarisas en escayola

La destrucción del convento y todo lo que albergaba en el año 1936

Muy poco es lo que sabemos del patrimonio que poseía el convento, pues la destrucción del mismo fue completa, víctima de numerosos factores:

A falta de las obras de arte, irremisiblemente perdidas, únicamente nos quedan los testimonios que con un grado de parcialidad notable nos quedan sobre cuales eran y cual pudo ser su destino final, todo mezclado con unas buenas dosis de propaganda y mixtificación. El lector deberá separar el trigo de la paja para averiguar que era aquello que nuestros compatriotas destruyeron tan meticulosamente en aquellos años, incluso bastante antes de 1936. Y quedándonos el consuelo de que mucho de aquel patrimonio supuestamente destruido realmente fue robado y hoy en día descansa repartido por colecciones públicas y privadas.

Testimonio de las monjas que vivieron el fin del convento en 1936

En 1993 las monjas del actual convento de Santa María de los Huertos editaron un libro recogiendo su historia [3]. Pasaré a recoger estrictamente su contenido, empleando notas para realizar alguna precisión sobre el mismo.

Muy pocas son las noticias referentes a la fundación de nuestro monasterio. Las grandes visicitudes que ha tenido que sufrir durante la pasada guerra de 1936 y otras revueltas del siglo pasado, han sido la causa de que hayan desaparecido, por completo, cuadros, objetos de valor y especialmente, el despojo de todos los documentos de sus archivos, donde constaban los datos, bulas, privilegios y la historia de las hermanas que habían destacado por su santidad durante los cuatro siglos de existencia, amén de valiosos recuerdos que serían de indudable valor al presente. Actualmente nos resulta imposible rehacer la historia por carencia total de fuentes.

El año 1936, la Comunidad será víctima de la persecución religiosa desatada en innumerables puntos de España. Nuestras hermanas Clarisas tuvieron que padecer muchos sufrimientos físicos y morales, pero se mantuvieron siempre fieles a Cristo y a la Iglesia, dispuestas a dar su vida como los primeros cristianos, y tantos hermanos y hermanas de Orden a través de los siglos.

Podemos, sí, certificar que en la guerra de 1936 nuestras Clarisas se portaron como verdaderas heroínas y si Dios no les pidió el sacrificio de sus vidas, fue porque los milicianos tenían orden de no ejecutar a ninguna mujer, y porque el asedio de la ciudad duró tan sólo tres meses, muy crueles por cierto. Durante este lapso de tiempo dieron testimonio de la fe, derramando su sangre, muchos sacerdotes encabezados por el Obispo, religiosos y seglares cristianos.

El día de Santiago Apóstol, titular de la Iglesia, preparadas ya para comer, tuvieron que salir de clausura precipitadamente, quedando en las mesas los manjares del día. Abandonaron el convento sólo con lo puesto y el breviario (1). El tiempo no daba para más. Excepto los familiares de las religiosas, naturales de la ciudad, nadie quiso abrirles las puertas por temor a las represalias. Incluso el propio demandadero llegó a denunciarlas. El edificio de cuatro siglos de antigüedad fue completamente destruido por las llamas, ardiendo durante quince días, y la Iglesia profanada. Antes la Pasionaria y sus soldados habían tomado posesión de él como cosa suya, utilizando los ornamentos para usos profanos y simulando por las calles una procesión religiosa.

En estos momentos de miedo y confusión las Hermanitas de Ancianos Desamparados acogieron con caritativa hospitalidad a gran parte de nuestras hermanas. Más tarde, al igual que las Hermanitas, otras personas de Sigüenza también recibieron en sus casas al resto de la Comunidad. El 18 de octubre de este mismo año, reunidas casi todas en un piso cedido temporalmente por una señora, tuvieron por primera vez, en el improvisado oratorio, la Santa Misa, quedando reservado el Santísimo.

En agosto de 1936, el aspecto del monasterio destruido era horrible. Aquella espaciosa casa de tantos recuerdos para sus moradoras, era ahora un montón de escombros. La Madre Abadesa, habiendo consultado a toda la Comunidad, tomó la decisión de volverlo a levantar. En una incursión de la aviación republicana, sería destruida la nave que se estaba restaurando y que ya tenía el tejado. Cuando la Abadesa, Madre Teresa, vio que toda esta edificación, levantada con tanto sacrificio, había sido objeto de la ira humana, cayó de rodillas y con los brazos en cruz exclamó mirando al cielo: "Sea hecha, alabada y eternamente ensalzada la justísima, santísima y amabilísima voluntad de Dios".

Notas al texto anterior:

(1) El texto no especifica que se trataba de un bombardeo, posiblemente aéreo, de las fuerzas nacionales sobre lo que entonces constituía el cuartel general de las milicias comunistas.

Fin transcripción literal libro

Testimonio de un militar republicano

Hace poco tiempo se publicaron las memorias que sobre la guerra civil en Sigüenza escribió un combatiente republicano [4]. Las escojo porque arrojan algo de luz sobre la "política artística" que en aquellos momentos de colapso total del Estado de Derecho se vivía en Sigüenza (y en España por ende). Advierto al lector que intentaré espigar únicamente los testimonios sobre los conventos de la ciudad, muy repartidos a lo largo del texto. En otro lugar abordaré la implacable destrucción del Convento de las Ursulinas, pues me creo con derecho como mínimo a discrepar del autor en que "todo era de mediocre valor artístico" (página 16).

Los parásitos que ocupaban la ciudad, el obispo, los frailes, las monjas (1), los curas y los sacristanes, huyeron como bandadas de aves de mal agüero al aproximarse el pueblo en revolución, y no recuerdo si alguno pereció en la huída, tal vez el obispo (2), porque eran muy difíciles de atrapar, escurriéndose de las manos como pez en el agua. Y desde entonces las calles de Sigüenza no estaban ocupadas por la gente negra, sino por los hombres rojos, inundándolas de alegría y esperanza (página 15)

Aquellas fuerzas armadas ocupaban como cuarteles los edificios religiosos que reunían las mayores condiciones para ser habitados. El batallón de la CNT, al cual nos incorporamos a nuestra llegada, se había posesionado de un espacioso convento de las monjas ursulinas, cuya descripción merece capítulo aparte (página 16).

Después me detenía en la cocina del batallón, hablando con mi amigo el cocinero, donde en grandes calderas preparaba la comida para la tropa, con un fuego sagrado (3) que desprendía al quemarse la vieja madera de los santos y los retablos (página 17).

Los ratos que me sobraban del trabajo de mi profesión, los dedicaba a proteger las obras de cultura [pasa a describir posteriores depredaciones de tropas italianas en el Archivo del Seminario (4)] En uno de los salones de nuestro cuartel hice un depósito de toda clase de objetos de arte que había puesto a salvo. Los libros de los conventos ocupados por los milicianos (5), me los llevaron en camiones a un patio del local, y allí hice un examen de cada uno, indultando a la mayoría, que conservé con todo cuidado (página 18).

Notas al texto anterior:

(1) El autor aparenta desconocer la permanencia de monjas en el convento de Santiago, uno de los edificios que sin embargo le servían de cantera para su "colección artística" personal. Igualmente, las Hermanitas de la Caridad seguían ejerciendo su labor en el Asilo de Ancianos, así como otras religiosas realizando labores de enfermería en el Hospital de San Mateo. Los religiosos de sexo masculino sin embargo huyeron en su mayoría o fueron asesinados. Las fuerzas del bando republicano que ocuparon la ciudad se establecían cada una en un lugar distinto pues hacían cada una la guerra por su cuenta y bajo diferentes premisas ideológicas. El otro convento de la ciudad, el monasterio de Santiago el Zebedeo, objeto de este estudio, había sido convertido en cuartel general del batallón comunista.

(2) Extraña que el autor ignore el simulacro de traslado a Madrid del obispo para ser juzgado allí, siendo asesinado a renglón seguido en las afueras de la población. Dicho hecho causó enorme conmoción en la zona. Sin embargo, el relato, escrito bastante tiempo después de pasados los hechos, parece desconocerlo.

(3) Habla de la cocina del Convento de las Ursulinas.

(4) Por otras fuentes existe constancia de dichos robos el archivo de la catedral, en ruinas tras su asedio por las tropas nacionales. ¡Incluso de niños jugando entre los escombros recortando y pintarrajeando códices! Entre los testimonios republicanos de la época, tras la Batalla de Guadalajara, se recoge la aparición de miniaturas recortadas de códices del Archivo Catedralicio en los bolsillos de algún italiano, a quienes les resultaban curiosos dichos souvenirs (incluso alguno pasados los años lo devolvió a la catedral). Nuestro autor habla de "mochilas bien repletas de documentos históricos" procedentes del Seminario, cuya magnífica biblioteca y colecciones de arqueología conoció al convertirlo la columna socialista en su cuartel general. Sin embargo en el momento de narrar los hechos el edificio había sido saqueado y posteriormente destruido en los combates.

(5) Fragmento con resonancias quijotescas, en que las bibliotecas de la ciudad hacían las veces de la biblioteca de Alonso Quijano. Uno de los mismos -el que da pie a éstas páginas- fue arrojado a un pozo por los operarios que examinaban los archivos, y queriendo destruirlo paradójicamente permitió su conservación hasta nuestros días. El autor afirma que la colección que había atesorado fue destruida por las tropas nacionales (mas que posible, pues supuestamente dicha colección de existir se "conservaba" en las cercanías de la estación de ferrocarril y por lo tanto en pleno frente de combate), aunque él había abandonado la ciudad mucho antes. Sin embargo, un particular [6] que aparenta vivir con vistas por encima de las tapias circundantes, nos proporciona un relato muy distinto del trato dispensado al archivo-biblioteca:

La copiosa biblioteca del convento fue lanzada al jardín por las diversas ventanas del edificio y allí en montón rociada con gasolina y dada fuego. Mas de veinte días estuvo ardiendo.

Testimonio del bando nacional

En plena contienda -año 1937- tenemos un libro que proporciona abundantísima información sobre los sucesos ocurridos entre julio y octubre de 1936 en la ciudad, otra vez sin la necesaria objetividad. No obstante, si el lector espiga entre la propaganda bélico-ideológica encontrará muchos testimonios escritos en primera persona, incluso evaluaciones provisionales de los daños y referencias a obras de arte desaparecidas sin dejar rastro, se supone que destruidas; otras serían recuperadas tras finalizar la contienda. En numerosas ocasiones se hace referencia al patrimonio artístico del convento, aunque especifica que éste fue destruido en su totalidad y desgraciadamente no he encontrado datos que lo contradigan.

Dos hermosas arañas de plata, una custodia cuajada de pedrería fina valorada en setenta mil pesetas, el viril de oro de otra custodia, varias vinajeras de plata, todas las patenas, una docena de cubiertos de plata, la llave y la cadena de plata del sagrario, un collar de coral de la reliquia de S. Antonio y un anillo con un diamante. Todos los cuadros que se conservaban en el convento, algunos de ellos de reconocido mérito y de gran tamaño, entre ellos varios cobres. Entre las esculturas desaparecidas: un magnífico crucifijo mucho mayor que tamaño natural, muy venerado por las religiosas; se supone que esta imagen ha sido hecha astillas por la furia roja. Dos Nazarenos: uno con la cruz a cuestas representando una de las caídas del Salvador camino del Calvario, los dos de mucho mérito artístico, seguramente siguieron la misma suerte del anterior. Todas las imágenes de la iglesia y cuantas tenían en el convento han sido destrozadas no habiendo encontrado ni un crucifijo, ni un niño Jesús. Muchas de las imágenes fueron rajadas sus cabezas a machetazos. [7]

El texto anterior resulta único por cuanto nos describe muy someramente y sin un criterio de valor artístico el patrimonio que poseía el convento de puertas adentro, desgraciadamente no reflejado en otros testimonios. Igualmente dicho libro ofrece numerosas noticias sobre las peripecias de las monjas clarisas y del convento en aquellos meses tan crueles para la población que no transcribo aquí por no abundar en un tema ingrato. El hecho es que tras el año de 1936 la centenaria historia del convento de Santiago el Zebedeo cesa, mudándose sus religiosas a un nuevo convento construido al efecto en el parque de La Alameda, inmediato a la antigua ermita de Nuestra Señora de los Huertos. Datos sobre el devenir posterior de este nuevo convento los encontrará el lector en la referencia [3]. Antes de dejar el tema me gustaría resaltar la mención en el texto anterior sobre la presencia en la clausura el convento de un crucifijo de dimensiones mucho mayores que las naturales; no deja de recordar el excepcional ejemplar conservado hoy en la cercana iglesia de San Vicente Mártir, en la Travesaña Alta. ¿Pudo existir hasta dicho año otra joya del románico escondida entre aquellas paredes?

Datos de mi cosecha

EN CONSTRUCCIÓN

En este lugar intentaré realizar un intento de descripción física somera del destruido convento. El intento resulta problemático pues la última religiosa que vivió aquellos trágicos momentos se encuentra actualmente (diciembre 2004) en un estado de salud extremadamente crítico. Agradeceré toda la información que se me proporcione.

Muros del antiguo convento que dan al antiguo barranco del Vadillo, donde había tenerías. Su altura es inferior a la original por haberse convertido en vallas. Por el distinto aparejo de la piedra se aprecia el basamento de la antigua muralla sobre la cual fueron levantados
Obras. En el dicho año de nobenta y seis se hizo el paredón que cae sobre las tenerías para entibo y estribo de la casa que se iba arrimando el edificio como les pareció a los maestros de obras que su señoría mandó que lo viesen y ansimesmo se blanquearon los corredores del primer claustro y blanquearon los dormitorios y se hecharon en ellos rejas en todo lo qual se gastaron ciento y quarenta y quatro mill y treçientos y treinta mrs como pareció en particular y por menudo en el libro de las provisoras y del mayordomo al qual se recibe en descargo quenta partida. Apunte del Ejercicio Contable 1596-97
Foto de la antigua puerta del convento, en la actualidad. Se ha reducido el vano



 de la puerta, sustituyendo un dintel rectangular al antiguo arco. El escudo que coronaba



 la puerta fue arrancado y macizado el hueco.
Antigua puerta principal del convento. Muy modificada y desprovista del escudo que la presidía
Otra puerta situada en la tapia de la finca del convento, con fecha 1786 en la clave
Puerta situada algo más arriba en la calle: en el interior del emblema: "Año de 1786"

¿Será la de la imagen la Portería del convento? ("casa en la calle mayor desta ciudad frente de la portería del combento de monxas desta ciudad en la qual vibió un año" [5]

Referencias

[1] Fr. Toribio Minguella, Historia de la Diócesis de Sigüenza y de sus Obispos, Madrid 1913, Tomo III, páginas 584-586

[2] Elías Tormo y Monzó, Sigüenza, Patronato Nacional de Turismo (s. f. pero 1929) páginas 19-20

[3] Las Hermanas Clarisas de Sigüenza (edición conmemorativa del 8º centenario de Santa Clara de Asís y del 50º aniversario del actual monasterio de Sta. María de los Huertos). Textos: Felipe-Gil Peces Rata y las Hermanas Clarisas de Sigüenza. Sigüenza, 1993

[4] Pedro Vallina, Los Rojos ocupan Sigüenza, Ediciones Rayuela 2002

[5] Pleito Bartola de Cercadillo, Sigüenza, año 1709. Sección Civil. Archivo Histórico Diocesano de Sigüenza

[6] Enrique Sánchez y Rueda, De Sigüenza a Madrid pasando por Guadalajara, Tomo I, edición del autor, Sigüenza ¿1940? página 68

[7] (Anónimo) Sigüenza en 1936 bajo el dominio rojo. Sigüenza, Tipografía Box 1937, páginas 182-3

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