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Marcos Nieto, junio 2011
A veces la Historia no se entiende a través de soporíferos estudios, ni por testimonios de celebridades, sino por relatos anónimos que te dejan un buen sabor de boca; éste es uno de ellos. Su autor se nos revela capaz de refrenar una no despreciable dosis de ironía, en un texto íntimo que —mira tu por donde— ve la luz del día. Espero que me perdone por ello.
Nota: Para entender el texto que sigue, hace falta recordar que desde finales del siglo XIX la legislación ferroviaria española estipulaba el número de vagones que podía tener un tren (mercancías y viajeros), el orden y la disposición de los mismos en el convoy; así el vagón retrete era el último, mientras que los vagones de primera clase solían ir en las primeras posiciones; para ir al retrete era necesario cambiar de vagón aprovechando las paradas y andar un trecho, una distancia mayor para los vagones de primera clase que para los de clases inferiores. Así se explica la peripecia sufrida por nuestro protagonista.
Sigüenza, 9 de Mayo de 1910
Mi adorada Trini: No te asombres al leer el membrete de esta carta: estoy en Sigüenza a la fuerza. Me ha ocurrido una peripecia digna de consignarse en mi diario de viaje. Esta mañana tomé el rápido de Barcelona, que sale de Madrid a las ocho cincuenta de la mañana y llega a Barcelona a las once y media de la noche. Se me ocurrió… lo que ocurre a todo el mundo y pasé al retrete del tren; como este no para en todas las estaciones, tuve que estar en aquel lugar [¿ocupado?] más de una hora; y allí yo solo […ado] ¿en que dirás que me ocupé durante ese tiempo? (Perdona por la ocurrencia) en hacer versos para mandártelos; pero paró el tren, y deseando salir de aquel calabozo, me apee para ir a mi coche. En esto echó a andar el tren; yo creí que sería para colocarse mejor en la estación, fue cosa de un momento, pero el maldito tren marchó rápido sin escuchar razones. Se había parado por una señal del guarda aguja por interrupción en la vía, pero aquel no era lugar de parada. Yo me quedé como quien ve visiones. Le conté lo ocurrido al jefe de la estación y telegrafió para que recogiesen y me devolviesen el equipaje. Esto sucedió en Matillas.
¿Tu no sabes donde está Matillas? Yo tampoco lo sabía pero te contaré algo de lo que hoy he aprendido. Matillas es una estación que dista 115 kilómetros de Madrid, está situado a 887,8 metros sobre el nivel del mar, en un valle estrecho que allí ensancha un poco y por cuyo fondo corre un riachuelo que llaman Enares [sic] y que le limita [niva] exceptuadas mesetas pobladas de tomillos y aliagas, y en algunas laderas se ven algún que otro arbusto que tal vez sea de encina o roble.
La estación de Matillas, en la actualidad
A la derecha de la vía como a un kilómetro se ve medio oculto tras una colina un pequeño grupo de casas que me dijeron era el pueblo de Matillas. Junto a la estación y también a la derecha hay unas cuantas casas, tiendas y cantinas; pero a la izquierda y junto a la misma vía están construyendo un colosal edificio.
Antigua verja de entrada a la Fábrica de Cemento "El León", en la actualidad
Repuesto del susto y sumamente disgustado (más que nada contigo, pues casi te echaba toda la culpa de lo ocurrido; en esto también nos parecemos) pregunté que edificio era aquel y me dijeron que era una fábrica de cemento porland en construcción. Sin pedir permiso, allá me colé y me quedé asombrado al ver aquellas máquinas enormes que están colocando a la vez que construyen el edificio, que es soberbio, casi todo el hecho de cemento con vigas de hierro y tejado de zinc. A la hora de comer me dirigí a la fonda que tiene la sociedad constructora de la fábrica […¿?] y entablé conversación con la pareja de la Guardia Civil. El cabo me sirvió de cicerone y volviendo a visitar las obras me fue explicando lo que el sabía y la millonada que todo aquello costaba. Aquello me sirvió para entretener el aburrimiento y mitigar mi pena. A las once de la mañana fue cuando me …. Y a las cinco de la tarde vino en un tren todo mi equipaje hasta los periódicos que había dejado sobre el asiento. Únicamente faltó parte de la merienda que llevaba y los guantes que iban en un bolso del gabán. A las siete de la tarde seguí el viaje imprevisto hasta Sigüenza, que dista 130 kilómetros de Madrid y aquí estaré hasta las doce de la noche que pasará el correo de Barcelona y en él me encerraré hasta las seis de la tarde de mañana. (¡Pudiendo haber llegado esta noche a las once y media que casi son ya!)
Vista de la ciudad de Sigüenza, con la estación de ferrocarril en primer plano, y tras ella, la Hospedería Elías (hace pocos años derribada), en torno a 1890
A las ocho llegué a Sigüenza; tomé un golfillo por ciceroni y me dirigí a la ciudad o pueblo o lo que sea. Recorrí las principales calles que están muy en cuesta y son como las de cualquier pueblo grande con regulares comercios. Estuve también el … principal que es parecido a la Tertulia de Aranda aque no tan elegante. El pasage parece bonito, aunque no he podido apreciarlo bien por ser ya de noche.
Cuando me recuperé un poco del susto de Matillas, pensé escribirte y si entonces lo hubiera hecho, seguidamente la hubiera escrito un poco enfadado contigo, claro que sin motivo. Pero realmente por ti, por ser …., perdí el … [el texto se hace progresivamente ilegible]
FINIS
Otro membrete algo más tardío (1922), perteneciente a una misiva distinta.
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