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Hace poco -el 5 de octubre de 2002- se cayó un paredón en la provincia de Guadalajara, alrededores de Sigüenza. Sin embargo, la noticia fue plasmada en la prensa provincial. ¿Qué tenía de especial dicho resto?
Para los que vamos teniendo ya algunos años ese muro traía recuerdos de un paraje próximo a Sigüenza, llamado Séñigo, con una agradable arboleda, una fuente con abundante agua y un curioso torreón, que se alzaba orgulloso entre otras construcciones cercanas, formando un lugar pintoresco. Numerosos seguntinos elegían dicho lugar para pasar un rato de asueto, en una época en que los coches no eran tan frecuentes como hoy en día y las carreteras pues... eran lo que eran. Así que las excursiones lo eran a pie. Yo fui uno de aquellos “domingueros” y tengo una fotografía de época para probarlo, y a guisa de comparación, una secuencia mucho más cercana y triste para mí: agosto de 2002 y octubre del mismo año.
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En la primera foto, yo soy el peque que está en el suelo, corría el año 1962. Ya entonces el torreón mostraba signos evidentes de ruina, que se materializó totalmente cuarenta años después. Es imposible no sentir nostalgia al comparar dichas imágenes y plantearse si no se podría haber evitado.
¿Qué tenía Séñigo de especial? Para poder contestar a esa pregunta, nos veremos obligados a recapitular lo poco -o mucho, según se mire- que sabemos de su historia.
El lugar aparece mencionado en los escritos en una fecha muy temprana, el 18 de agosto de 1180, día en el cual Doña Blanca, hermana Don Bernardo, primer obispo de Sigüenza tras su conquista a los árabes (año 1123), vende a D. Arderico (a la sazón obispo) la heredad de Séñigo y la aldea de Moratilla. Se conserva el texto de dicha venta.
En aquellos lejanos años también proliferaban las ruinas en nuestra tierra, pero por otras causas mas justificadas. La zona había tenido el carácter de fronteriza entre reinos moros y cristianos, con la presencia esporádica de tropas, no siempre amigables. Para proporcionar cierta tranquilidad a los escasos poblamientos repartidos a lo largo de las vías de comunicación, era precisa la existencia de pequeñas fortificaciones. Los conquistadores cristianos reaprovecharon dichas construcciones y levantaron otras nuevas. La interpretación tradicional afirma que en la cercana Sigüenza existían a la sazón dos recintos fortificados: la ciudad superior, alrededor del alcázar y la ciudad inferior, rodeando la actual iglesia de Nuestra Señora de los Huertos. Nota marzo de 2003: incluyo un símbolo para denotar una fortificación conocida como "el Castellejo" que se encontraba intermedia entre el cerro de Villavieja y el de San Cristóbal [1], a pesar de no poder ofrecer una imagen siquiera aproximada de ella, ni su datación, por desconocer la existencia de alguna publicación o página web sobre el tema. Aunque los restos observables parecen medievales, los autores prefieren referirse a un posible castro prerromano que ocupó dicho emplazamiento, por ser de historia mas conocida.
Y en torno a la ciudad las principales vías de comunicación estaban jalonadas de pequeños núcleos, en su mayoría antiguas villas romanas, a las que se había dotado de pequeñas construcciones defensivas. Así, la toponímia de la vía que comunicaba con Soria es reveladora: villa romana de “la torrecilla” en Palazuelos, Torrevaldealmendras, castillo de la Riba de Santiuste, Valdelcubo, despoblado de Torrequebrada, etc., que en último término contactaba con la compleja red de torres existente en la provincia de Soria. De estos “cubos” y “torres” únicamente quedaba un superviviente, y ese era Séñigo.
El torreón era circular, achatado, imponente. Aunque Layna-Serrano [2] hablase de el como ajustado a los cánones diámetro/altura enunciados por Lampérez, la verdad es que se trataba del típico torreón de la zona (planta cuadrada, ancho), disfrazado de donjon francés (circular, esbelto, independiente de los muros o unido laxamente a los mismos), de acuerdo con la procedencia de sus constructores (tanto doña Blanca como su hermano Bernardo procedían de la Aquitania francesa). Esta estructura de exterior circular y planta interior cuadrada ocasionaba que el grosor de los muros se redujese al máximo en las esquinas, no visibles desde el exterior, que son los puntos donde aparecieron con el tiempo enormes grietas verticales. El resultado es que los cuatro lienzos de pared que constituían el torreón se desligaron entre sí, cayendo uno tras otro, sin que algún intento de frenar el proceso diese resultado. El primero en caer fue el paredón que daba al sur y el último en hacerlo era el que daba al este.
La torre no se encontraba aislada, sino formando un conjunto con otras construcciones que sufrieron la ruina y el olvido unos cuantos años antes. Layna-Serrano nos dejó una valiosa descripción del conjunto, aunque da la sensación de mezclar realidad y fantasía. Tuvo la enorme suerte de conocer el conjunto prácticamente íntegro. Recojamos sus palabras [2] sobre el estado del conjunto en la década de 1930 (fotografía de la época, tomada de [2]):
Un poco más adelante pasa a describir el edificio del cual el torreón formaba parte:
De las descripciones realizadas por Layna-Serrano se sugiere el siguiente conjunto de edificaciones, sobre una perspectiva similar a de los años 30 del siglo XX, pero realizada en la década de 1990:
- vivienda fortificada, con pequeños torreones cuadrangulares en sus esquinas
- torre circular, situada en un ángulo del conjunto
- capilla o ermita, exterior al recinto murado
A continuación ofrezco unas visiones muy esquemáticas sobre lo que debía ser el conjunto basándose en las afirmaciones de Layna-Serrano y la observación de fotografías y comprobaciones sobre el terreno. Estas últimas son aproximadas, pues el conjunto está reducido a un amasijo de piedras. Aprovechando que internamente el torreón sí estaba dividido en caras orientadas a los puntos cardinales, ofrecemos el desarrollo de las caras del torreón.
A | Ventana abocinada |
B | Ventana rectangular |
C | Matacán |
E | Puerta de entrada |
F | Ventana geminada |
G | Ventana empleada modernamente como puerta |
H | Huellas de muros adosados |
I | Tronera |
De los diversos vanos que presentaba la torre, la conocida popularmente como “puerta” (G en la figura) era posiblemente un añadido posterior, para facilitar el acceso al cubículo inferior de la torre, posiblemente donde guardaría originalmente las provisiones para caso de asedio y que había sido habilitada como pocilga cuando Layna la describe. Igualmente moderna sería la ventana marcada como B.
La verdadera puerta del conjunto sería la marcada como E en
la figura, tanto por sus dimensiones y estar situada en una
posición
que sugiere la posibilidad de la existencia de un puente levadizo
para acceder a ella, o quizás desde el paseo de guardia, como
se representa en la figura. El matacán situado encima de la
misma, estorbaba el paso a visitantes no deseados.
Además, existía una ventana gótica geminada con arcos conopiales, que Layna describe como “románica geminada con parteluz”, que aunque por sus dimensiones y escasa altura parecería imprudente, daba al patio interior del recinto fortificado adyacente, e iluminaba la estancia noble del recinto, donde existía igualmente una chimenea empotrada para el duro clima del lugar. Otra ventana, esta vez abocinada, estaba en la cara exterior, más expuesta a las agresiones. Resulta sugerente imaginarse a doña Blanca, marido e hijos habitando este conjunto, acompañados por su servidumbre y aldeanos en casas cercanas.
Ofrezcamos una vista aproximada de como sería el conjunto primitivo, sin construcciones añadidas. ¡La "señorita ligera de ropa" está a efectos de escala, no publicitarios!
La reconstrucción anterior data del año 2002 y muestra una hipotética visión del conjunto desde el sur, tomando medidas aproximadas sobre el informe amasijo de piedras en que había quedado reducido el conjunto. En 2008 he localizado una fotografía, publicada nada menos que en 1946 por Manuel de Terán [3], la cual muestra una visión curiosamente no recogida en las publicaciones al uso: el conjunto contemplado desde el norte.
Aunque borrosa, se puede apreciar como el torreón tenía adyacente un recinto fortificado (eso sí, desprovisto de almenas, por lo menos a principios del s. XX), y ocupaba una posición asimétrica respecto al mismo, intersectando el muro situado más al este. Los pseudo-torreones en las esquinas del recinto fortificado aparentan ser más anchos de lo deduje de medir las ruinas y reflejé en la reconstrucción virtual. El conjunto, aunque reducido, era suficiente para albergar una corta población.
NOVEDADES (junio 2003): imágenes del torreón recientemente publicadas
[1] la tierra que es entre la viñas en la solana del castellejo y linde de la senda que sube al otero de sant xbal, (folio 36), Libro del Tesoro, ornamentos, propiedades y derechos de la iglesia catedral de Sigüenza (siglo XIV), Signatura 106 mod. Archivo Catedral de Sigüenza, Sección Manuscritos.
[2] Francisco Layna Serrano, Los castillos de Guadalajara, Madrid 1960 (reimpresión)
[3] Manuel de Terán, Sigüenza. Estudio de Geografía urbana, Estudios Geográficos, año VII, nº 25, noviembre 1946
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