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Marcos Nieto, mayo 2020
El cambio de año trajo en Sigüenza el cambio de la cubierta que hasta ahora lucía el antiguo molino por otra, semejante en todo a la anterior excepto en lo ruinosa. No pude acceder al interior para examinar los apoyos de la maquinaria interna del molino, lo cual quizás hubiera permitido aventurar la tecnología empleada en este peculiar artilugio, quizás el mejor ejemplar de arqueología industrial de los poquísimos que van quedando en Sigüenza, aparentemente un prototipo del s. XVIII que llevó a la construcción de unos cuantos más en el cerro de La Raposera. Una recopilación de prácticamente todo lo que sabemos de su enigmática historia se encuentra en otra de estas páginas.
No obstante, al carecer provisionalmente de techumbre por las obras, permitió realizar algunas observaciones imposibles hasta ahora, como el constatar el grosor de las paredes necesario para sostener una maquinaria rodante sobre ellas. Ofrezco al lector alguna de las inusuales vistas que la ocasión deparó.
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La parte superior del muro del molino: nótese el significativo espesor, necesario para soportar la maquinaria
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El molino desprovisto de techo, rodeado de sus once hitos de amarre, a los que se fijaba el palo de gobierno
Como comentamos, la obra sustituyó el tejado ruinoso existente por otro nuevo de iguales características: cónico y cubierto de teja. Este modelo de tejado datará de cuando se desmantelase el molino de viento y se convirtiese en un pequeño almacén de materiales, algunos de los cuales pudieron ser explosivos para las efímeras explotaciones mineras cercanas.
El tejado original sería muy distinto, consistente en un armazón liviano de madera impermeabilizada, quizás protegida por planchas de zinc. El tejado giraría en torno a su eje, para permitir la orientación de la maquinaria en la dirección del viento.
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RECREACIÓN. El edificio actual, al que se le han repuesto los elementos que le identificarían como lo que fue: un molino. Omito la vela en aras de la visibilidad.
Una famosa construcción (el Partenón de Atenas) fue empleada desgraciadamente como polvorín por los turcos, y no por ello se quedó con un nombre tan impropio. Confiemos en que pase lo mismo en nuestra tierra, tan morbosa en recordar episodios bélicos o trágicos y tan olvidadiza de sus verdaderos logros.
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