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Marcos Nieto, diciembre 2021
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Procesión de los Cuerpos Santos de Medinaceli (13 noviembre 2021), en la cual se lleva en andas a los Santos Mártires de Salamanca
Es conocido que en la antigüedad había en Hispania diversas localidades con nombres muy similares, tal y como ocurre hoy en día. Uno de dichos nombres era Segontia, y de las poblaciones que lo ostentaban, algunas han sobrevivido a nuestros días, no siempre conservando nombres similares al que tuvieron originalmente. Una de estas Segontia de época romana tuvo asociada una característica que la otorgó relevancia en los textos de la época, siendo una sede episcopal cuyos obispos firmaron en las actas de diversos concilios toledanos, llegando incluso a presidirlos en algún caso. El paso del tiempo borró tanto el nombre de la ciudad como aparentemente la silla episcopal que había en ella. Y de eso vamos a hablar…
Pegando un salto en el tiempo y llegando al siglo XVI, nos encontraremos una diócesis llamada Sigüenza, de las más extensas diócesis de España y con pingües rentas. Por los registros que el cabildo de su catedral fue atesorando selectivamente a través de los siglos en defensa de sus intereses se recoge que la diócesis pretendía recoger el testigo de la que existió en la ciudad llamada Segontia, pero afirmando categóricamente que, aunque el lugar coincidía con su antiguo emplazamiento, no quedaba absolutamente nada de ella, pues había sido destructa et desolata de resultas del dominio musulmán. Tras su reconquista oficial en el año 1124, la naciente diócesis rápidamente pasó a repartirse los territorios recuperados a los musulmanes con otras diócesis circunvecinas, en un proceso donde la legitimidad era fundamental.
En el siglo XVI habían transcurrido siglos desde la supuesta reconquista de la actual Sigüenza en el siglo XII y seguían sin encontrarse testimonios pretéritos ni coetáneos que permitiesen acallar las insidias lanzadas antaño por obispados limítrofes. La cuestión de la identidad entre la ciudad de Sigüenza y la antigua ciudad episcopal de Segontia se consideraba firmemente establecida. Es en estas circunstancias cuando un hecho aparentemente menor, ligado a la piedad popular de la cercana ciudad de Medinaceli, pondría en un brete a las autoridades.
Dicha ciudad soriana era conocida desde antiguo por la abundancia de restos romanos que todavía hoy se pueden contemplar y allí las monjas de un convento dedicado a San Julián -en cuya fundación había tomado parte importante una miembro de la Casa Ducal de Medinaceli- estaban interesadas en demoler y reedificar una ruinosa construcción denominada capilla que se encontraba adyacente a la iglesia de San Román. El templo de San Román había sido anteriormente parroquia, una más de las muchas que había tenido la ciudad, pero en un proceso de concentración de rentas se había decidido la demolición de todas, excepto dos que quedaron como iglesias conventuales de sus respectivos conventos. La cosa no habría tenido más trascendencia si no es por el problema de que el lugar donde se pensaba demoler lo existente y construir de nuevo tenía asociado un culto muy antiguo, creyéndose que en su solar había enterrados santos protectores de la ciudad. Tanto insistieron las monjas y tantos eran los reparos expresados por el pueblo que el obispado decidió proceder a la excavación del lugar y una exhumación con precisión forense de los cuerpos que hipotéticamente se encontrasen. Todo se hizo ante notario y dejó registros que conservaron las monjas del convento hasta por lo menos el siglo XIX, última vez que nos consta su consulta directa por algún interesado: se ignora si existen todavía y en dicho caso, en poder de quien están.
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Ruinas de la iglesia del convento de San Román en julio de 2020. Lo único que permanece en pie todavía es el presbiterio (lateral inferior izquierdo imagen) y los muros perimetrales de la sacristía (esquina superior izquierda de la imagen) donde estuvo situada la Capilla de los Cuerpos Santos
El tres de junio de 1581, notario, médico y autoridades designadas por el obispado pasaron a tomar testimonio a testigos para averiguar todo lo que pudieran sobre los individuos allí enterrados, con la atención puesta a todo lo que pudiera indicar su carácter de santos. De los extractos de dichos registros que nos han llegado sabemos que poco se sabía, no existiendo acuerdo entre el número de ellos y menos aún de sus nombres, pero sí de que dicha devoción ya existía y muy fuerte en tiempos de la dominación musulmana de la ciudad. únicamente el sacerdote que oficiase misa en la capilla podía vestir zapatos; el resto caminaban descalzos por respeto al suelo que pisaban e incluso yacían sobre el mismo para estar más cerca de los que denominaban como “Cuerpos Santos”.
"Otro testigo declaró que había oído decir a su tía religiosa en San Román desde que se fundó el convento que los Santos que estaban enterrados eran tres, que se llamaban Eutiquiano y Pascasio y que no se acordaba del nombre del otro" 3 de junio de 1581. Información judicial, autorizada por el notario Gabriel López, Recogido por Pedro Celestino Velasco
Tras concluir dicho trámite se procedió a la excavación de las ruinas, encontrándose diversos enterramientos delimitados por lajas y protegidos por varios suelos y cavidades interpuestas. Para desconsuelo de los excavadores no apareció (que sepamos) ningún testimonio del nombre de los allí sepultados. Para mantener el orden, se decidió ir separando los restos recuperados, mientras que el notario iba consignando todo y el médico contabilizaba huesos. Se recuperaron un total de cuatro cuerpos de individuos masculinos en tres sepulcros y un par de huesos sueltos bajo el altar de la derruida capilla. Todo ello se recogió con cuidado y se guardaría a lo largo del tiempo en dos arcas de madera, la primera en el convento y la segunda en la colegiata de la ciudad.
Además de los huesos como tales, aparecieron elementos accesorios del enterramiento, tales como restos de tablas que habrían actuado como encofrados para permitir la existencia de cámaras huecas sucesivas sobre los enterramientos, así como ajuares funerarios propiamente dichos. Gracias a la consideración que tuvieron de reliquias secundarias (aquellas que han estado en contacto con el cuerpo del santo, reliquia primaria) dichos objetos excavados a finales del siglo XVI y guardados con tanto mimo se pudieron examinar en el año 2012. Consistían en diversos recipientes de vidrio, de datación tardorromana e incluso visigoda, pero el objeto con mucho más llamativo era lo que parecía el remate de un báculo, de tipología desconocida, encontrado en la tumba que se encontraba aislada y más cercana al altar. En esa misma sepultura constaba por los testimonios que se había encontrado un anillo con una piedra engastada que se encontró desprendida, pero no se conoce el paradero de esa pieza que podría dar la clave de lo allí encontrado.
Al no encontrar ninguna lápida o similar donde figurase la identidad de los desenterrados, las autoridades tuvieron serias dudas, y determinaron volver a inhumarlos provisionalmente en el interior de la iglesia, en el lado del evangelio. Sin duda, un motivo para la congoja era el báculo y anillo encontrados, que desde tiempos antiquísimos formaban parte distintiva del ajuar funerario de los prelados. No se sabía la identidad de los individuos, pero sí que uno de ellos tenía título de obispo. Los obispos se hacían enterrar en sus sedes episcopales, generalmente en un lugar privilegiado (el más cercano a las reliquias) del templo titular de la diócesis que presidían. Pero existía el escollo de que no existía testimonio histórico de la existencia de una sede episcopal en Medinaceli… ¿o sí existía y se decidió ocultar?
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El remate de báculo tal y como fue publicado en el catálogo de la exposición Las Edades del Hombre (Monacatus), Oña 2012. Tamaño de 17 x 7,2 cm
Resulta curioso que la práctica totalidad de los historiadores antiguos coincidiesen en afirmar que la actual Medinaceli se correspondía con la desaparecida Segontia de los concilios visigodos. Dicha sede episcopal habría pervivido bajo dominio musulmán, según testimonio de San Eulogio de Córdoba, quien en el año 858 pasaría por lo que sin ambages considera como ciudad relevante en su camino desde Zaragoza a Toledo, conociendo a su obispo Sisemundo, a quien elogia como prudentísimo ("raptim per Segontiam transiens civitatem, in que tunc praestulatum gerebat vir prudentissimus Sisemundus"). Tras dicha noticia brillante, un silencio total se impone en las fuentes.
Sorprendentemente, en el s. XIII, Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo e historiador, de quien dependía jerárquicamente el obispado de Sigüenza, era defensor firme de que la antigua Segontia estuviese situada en la actual Medinaceli, a pesar de que su nombre actual, árabe y otorgado en el siglo X, no guardase relación. Sin embargo, aparte de razones sobre la legitimidad en ostentar el título de diócesis seguntina, otros temas más mundanos intervendrían: Sigüenza era un señorío episcopal, siendo el obispo su señor, mientras que Medinaceli era señorío nobiliario y cabeza del ducado del mismo nombre, siendo su titular un Grande de España, no conviniendo que ambos señoríos se solaparan. Y se daba la curiosa circunstancia de que la colegiata medinense poseía un Cabildo que afirmaba tener la misma antigüedad que el de Sigüenza, conservando incluso la tradición, perdida en el seguntino, de escoger entre sus miembros a un obispo. Dicho cargo eclesiástico, cuya relación con el obispo titular de la diócesis era extremadamente ambigua y motivo de escándalo, se vestía con indumentaria episcopal y empleaba los rituales reservados a su cargo, teniendo incluso una colección de báculos a su disposición, alguno de los cuales se conserva todavía. Únicamente la firme protección del Duque de Medinaceli, que deseaba limitar la autoridad del prelado oficial de la sede seguntina en su territorio, permitió que dichos obispos continuaran existiendo, hasta que los intereses del noble se desplazaron a otros territorios, disolviéndose dicho cabildo en el siglo XIX.
No sabemos exactamente cuándo, pero en Medinaceli surgiría el firme convencimiento de que uno de los exhumados en el año 1581 era obispo, santo y de nombre Pascasio, uno de los barajados en las informaciones previas. Así en el año 1608, primer reconocimiento de las reliquias del que hay constancia, se dejó una nota en el arca-relicario dónde se afirma lo siguiente:
"Estos santos cuerpos y reliquias de los gloriosos santos mártires Pascasio Pontífice y mártir y Bernabé, Salomón y Bruno"
Aquí haremos notar algo terriblemente obvio: no existe constancia histórica de un Papa mártir de nombre Pascasio, y menos de que dicho Papa (ni ningún otro) recibiese sepultura en Medinaceli. Aparentemente era preferible fabricar una incongruencia histórica de tal calibre antes de asignar el carácter de obispo al poseedor del báculo.
Mientras tanto, para ir complicando el culebrón, empezarían a circular en forma manuscrita y luego impresas las adulteraciones históricas conocidas hoy como los Falsos Cronicones. El primero y más popular de los mismos fue la Historia Omnímoda atribuido falsamente a un personaje real, Flavio Dextro. Allí el falsificador inserta en una noticia fechada en el año 441 transmitida originalmente por Próspero de Aquitania, de que unos mártires norteafricanos de procedencia hispana, ejecutados por mandato del rey vándalo Genserico, serían de origen salmantino: “Sancti Martires ex Hispania in Africam transfretant, Patria Salmanticenses, in quibus Arcadius et socii”. Según Próspero de Aquitania, sus nombres fueron “Arcadius, Probus, Paschasius et Eutychius” acompañados en su suerte por el hermano menor de uno de ellos, Paulillus, que no fue martirizado, sino reducido a la esclavitud. Nada decía de que los restos de dichos mártires hubiesen sido trasladados a la península, y menos todavía de que estuvieran enterrados en Medinaceli.
En el año 1621 Sancho Dávila y Toledo, obispo de Sigüenza, antiguo rector de la Universidad de Salamanca y pariente directo de la Duquesa de Medinaceli, comunica al claustro universitario de Salamanca que “en un monasterio de mi obispado e hallado cinco cuerpos sanctos naturales desta dicha ciudad e Salamanca, y que según dice el racionero Gil González Dávila, fueron los primeros que predicaron el evangelio en ella”. Nada hay de cierto en la afirmación anterior y de otras que la seguirían, excepto que el historiador Gil González Dávila recibiría alborozado las noticias de los Falsos Cronicones al afirmar en 1606 que los mártires norteafricanos Arcadio y compañeros serían naturales de Salamanca, gracias a las noticias transmitidas por el “noble Cavallero Español Flavio Dextro, Prefecto y Pretor en el Oriente”. El obispo seguntino regalaría a su antigua universidad una reliquia de un tal Arcadio, quien según él habría ostentado la autoridad sobre el grupo (Arcadio, Probo, Eutiquiano, Pascasio y Pablito).
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Los Cuerpos Santos de Medinaceli. Predela de retablo existente en el convento de clarisas de Medinaceli. El obispo Pascasio vestido de rojo -atributo del mártir- preside la escena.
A pesar de las afirmaciones rotundas de Sancho Dávila, sería un sucesor suyo en la sede seguntina, Pedro González de Mendoza (obispo Sigüenza entre 1623 y 1639) quien otorgase validez al culto de las reliquias halladas, dando por buena la fantasiosa suposición de Sancho Dávila, y venciendo de paso las reticencias de sus asesores.
Ya admitido oficialmente el culto, será en este momento cuando se suscitará la atención de los estudiosos salmantinos respecto a la ya por entonces empobrecida villa de Medinaceli. Fray Marcelo del Espíritu Santo, postulador de causas de santos, sería el primero en hacer acto de presencia en 1668 y quien nos proporcionará noticias de primera mano sobre un culto -el de los Santos Mártires de Salamanca- que acabaría suplantando al original de los Cuerpos Santos de Medinaceli. Un siglo más tarde, en 1754, un clérigo de nombre José Manuel Contreras nos proporcionará una información más detallada, cuyo principal propósito es disipar toda duda de que los Cuerpos Santos se correspondían exactamente con los Santos Mártires Salmantinos de los Cronicones. A pesar de la propaganda constante a favor de estas tesis que se llevaba a cabo en la ciudad por parte de los jesuitas, todavía en fechas coetáneas en Medinaceli se insistía en representar a uno de sus santos, de nombre Pascasio, como obispo.
"Una reliquia de los Cuerpos Santos que está en el pecho de San Pascasio obispo y Mártir con un rótulo que dize hic est con capa plubial y mitra guarnezida de piedras falsas" [Inventario de los bienes y alhajas realizado el 16 de julio de 1750]
Aquí es evidente que el objeto causante de tanta dificultad era reconocido sin lugar a dudas como báculo episcopal, pero poseía un aspecto extraño, nada semejante a los conocidos. No se negaba entonces su carácter de atributo episcopal, sino que tuviese relación con el individuo con el que fue enterrado, afirmándose que habría llegado allí por alguna extraña circunstancia.
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Representación obispos en el Códice Vigilano (siglo X)
A nosotros lectores modernos también nos resulta muy llamativa la similitud entre el báculo encontrado en Medinaceli y los báculos representados en códices mozárabes tales como el Códice Albeldense o Vigilano, fechado en el siglo X. En este último se representa a obispos participantes en concilios norteafricanos de los ss. V-VI, tal y como se los imaginarían los monjes mozárabes siglos después.
"Una dificultad se ofrece en razón de todo lo dicho, y es, que en los retratos y pinturas de los Santos que se ven en Medina, está el San Paschasio de Obispo, con Mitra y Vestiduras Pontificales, y también las Reliquias, que de los Santos Martyres tiene nuestra Colegial Insigne, están en un medio cuerpo de escultura que representa un Santo Obispo, a quien llaman san Archadio, y no haviendo en los cinco Santos Martyres, que dexamos nombrados, alguno que fuese obispo, pues todos los Historiadores convienen en que fueron seglares, y Cavalleros, que seguían la Casa y Corte de Genserico, se sigue, que si de los Santos Martyres de Medina fue alguno Obispo, este no fue de los Cinco Santos Africanos, que ya dejamos nombrados" [J. M. Contreras]
Es llamativo que en el texto anterior se aluda también al nombre de Arcadio como aquel representado con atributos episcopales, quizás reflejo de la afirmación de Sancho Dávila de que era el jefe del grupo y por lo tanto, el de mayor rango. Prosigamos con los intentos de J. M. Contreras por negar lo evidente:
"Confieso que para responder a esta replica, no hallo ni alcanzo el motivo que pudieron tener para retratar de obispo a uno de nuestros Santos. Lo que yo discurro es, que con la ocasión de haverse descubierto con las Reliquias el Váculo Pastoral, y los anillos que dexamos dichos, padeciendo engaño los que dispusieron la pintura juzgaron que alguno de nuestros Santos fue obispo; y así, menos eruditos en sus vidas, mandaron como a tal retratarle, y vagueando en qual de ellos, unos se inclinaron a San Paschasio, como se ve en la pintura del retablo; y otros a San Archadio, como llaman al medio cuerpo de talla que encierra las Reliquias, que tienen la Colegial. Y aunque parece que el haverse hallado aquel Vaculo y Anillos es bastante indicio para presumir que alguno de los Santos fue Obispo, mas esto no basta, para que lo atribuyamos a nuestros santos y a lo mas, podríamos discurrir, que con las Reliquias de nuestros santos vino mezclada alguna de otro algún Santo Obispo; pero no Paschasio, ni Archadio, porque no se halla memoria en los Martyrologios de Santo Obispo con estos nombres, a lo menos, que haya padecido en áfrica y que fuese español, como lo fueron nuestros Santos" [J. M. Contreras]
La verdad es que son escasísimas las noticias que han llegado a nuestros días de sepulturas de obispos visigodos, aunque todas coinciden en que se situaban en el templo principal cabeza de sus respectivas diócesis, en un lugar destacado del mismo. Ese fue el caso de las sepulturas encontradas en el s. XVIII en las excavaciones de las ruinas de la antigua basílica de Segobriga (Cabeza de Griego, Cuenca), o en hallazgos mucho más recientes (2019), de eclesiásticos de gran reconocimiento como el diácono Aurelio Vicencio en Oretum (Granátula de Calatrava, Ciudad Real), ambas antiguas sedes episcopales.
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Laudas e inscripciones dedicadas a obispos encontradas en Segobriga en el siglo XVIII
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Tumba del diácono Aurelius Vicentius en Oretum
Sea como fuese, el hecho fue que la evidencia del carácter de obispo de uno de los enterrados fue obviada completamente y las representaciones de dicho San Pascasio fueron eliminadas discretamente en el último tercio del siglo XX, de modo que actualmente únicamente perdura una, mostrándonos como era el culto que se desarrollaba en Medinaceli antes de que las mixtificaciones lograran distorsionarlo en su totalidad. A tanto llegaría que incluso pasarían a denominarse oficialmente Santos Mártires de Salamanca, difundiéndose su nueva imagen a través de estampas y pasos procesionales, como el que actualmente se emplea en la ciudad. Así, resulta paradójico que en Medinaceli se procesionen en la actualidad unos santos que se corresponden con el culto inventado de los Santos Mártires de Salamanca, pero bajo el nombre de Cuerpos Santos de Medinaceli, cuyas reliquias reales y muy reales permanecen en la colegiata sin dárseles la relevancia histórica que poseen para Medinaceli y quizás para Sigüenza.
NOTA GENERAL: He reducido mucho el volumen de textos y omitido el detalle de las citas para no dificultar la lectura de este ensayo, que combina y simplifica tesis expuestas en dos publicaciones mías: Los Cuerpos Santos de Medinaceli (2012) y Santa Librada. Lo que se esconde detrás (2017).
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