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Buscando un extraño cementerio en Sigüenza

Marcos Nieto, Agosto 2008 Disclaimer

Sigüenza (Guadalajara), año 1930 o anterior. Se aprecia en primer plano una carretera con firme de tierra, flanqueada por árboles que dejan ver en segundo plano la carretera de Alcolea, igualmente arbolada, y la ausencia casi total de edificaciones entre el fotógrafo y el castillo, en aquel entonces todavía en buen estado

Vista de la ciudad de Sigüenza desde el antiguo trazado de la carretera de Madrid, en fotografía
publicada en 1930 (Revista Nuevo Mundo, 4 de Julio de 1930)

En esta ocasión, amigo lector, vamos a ocuparnos de un tema singular, que ha hecho correr mucha tinta desde bien antiguo: el "enigma de los cráneos clavados". Aunque, para ser sinceros, dejaremos el aspecto más espinoso -su interpretación y datación- a otros, conformándonos con intentar aportar algún dato más sobre el primer hallazgo que mereció dicha descripción, ocurrido hace casi dos siglos en nuestra ciudad.

Dicho hallazgo se produjo en una zona donde la tradición y algún texto de forma más o menos directa sitúa el antiguo cementerio judío de la ciudad: el fonsario de los judíos. Veamos una descripción del mismo.

El cementerio judío de Sigüenza se localizaba fuera de las murallas, en la ladera de poniente de la fortaleza, saliendo por la Puerta Nueva y junto a la fortaleza. [...] Gran importancia tienen los usos y costumbres relacionados con la muerte, entre ellos la oración realizada a la memoria de los antepasados en los cementerios judíos. Amortajado el cadáver, se celebraba el mortuorio en la casa del difunto. Una de las costumbres más repetida -común su práctica a los musulmanes- era el derramamiento del agua almacenada en la casa del difunto, que se había contaminado con la presencia del cadáver, usos que seguían vigentes entre numerosas familias de origen judeoconverso. Luego se procedía a su inhumación en tierra virgen dentro del recinto del cementerio judío, dependiente de la comunidad, a donde era llevado en procesión [...]se cantaban endechas, tras lo cual tenía lugar el banquete de mortuorio o cohuerzo.

Javier Castaño González. Las comunidades judías en el obispado de Sigüenza en la Baja Edad Media:
transformación y disgregación del judaísmo en Castilla a fines del Medievo
. Tesis Doctoral.
UCM 1994. Páginas 283-285

El texto anterior resume bastante bien lo que sabemos sobre el cementerio hebreo que existía en la ciudad en los siglos XIV-XV, es decir, bastante posterior a la reconquista de la misma, ocurrida a principios del siglo XII, denominándosele "fonsario u honsario de los judíos". Los enterramientos cristianos lo eran en los alrededores de templos (ermita de Nuestra Señora de los Huertos en la Alameda) o en el interior de los mismos (catedral, parroquia de San Pedro y algunos templos conventuales). Del cementerio musulmán (almacabra) nada sabemos, indicativo de que en las fechas que nos ocupan su importancia numérica y económica era muy escasa en la ciudad.

Refrescando la memoria

Un buen día de 1826 se produce un hallazgo que al presentar una característica macabra (lógico, recuérdese el término almacabra) hace que no pase desapercibido y que una de las mentes mas concienzudas de Sigüenza tome buena nota del mismo [Román Andrés de La Pastora. II. Antigüedades prehistóricas del partido de Molina de Aragón, Cuaderno III. Informes, Boletín de la Real Academia de la Historia , Tomo 3, Año 1883].

Todavía recuerda la ciudad de Sigüenza, no sin cierta especie de terror, el descubrimiento en el año 1826 de un cementerio con ocasión de hacer una era el padre del que estas líneas escribe, los cuales esqueletos en gran número y cada uno en sepulcro separado, y alguno de ellos empezado en tierra y continuado en piedra arenisca, aparecían no solamente con el cráneo empedrado de pequeños clavos como el referido por el Sr. Loperraez, sino lo que es más de admirar, penetrados de ellos y en toda su longitud las tibias, fémures y huesos de ambos brazos, siendo de notar que el sitio del singular enterramiento, conocido con el nombre de Cuesta del Huesario, lo fué ya en el año de 1519 con poca variación material con el de Honsario.

La descripción anterior llama la atención por el grado de detalle con la que se nos describen los enterramientos. Sin embargo, existen motivos para pensar que quizás adorne el hallazgo con el conocimiento de otros semejantes realizados por él mismo y otros investigadores de la época. Aquí es de notar que cuando se produce el descubrimiento de los enterramientos (1826) Román Andrés de La Pastora (n. Sigüenza 29-febrero-1812, m. Sigüenza, 10-abril-1898) contaba únicamente 14 años de edad y lo narra transcurridos muchos años, aprovechando que acaba de realizar un descubrimiento similar.

Habían pasado cincuenta y seis años desde el primer descubrimiento, esto es, en 1882, cuando nuestro cronista se ha convertido en un sacerdote cuya valía y no otra cosa le hace corresponsal de la Real Academia de la Historia, a la que proporciona no pocas y valiosas noticias, por lo tempranas. Una de ellas es la siguiente, acaecida en el verano de dicho año, en el lugar llamado La Jaquesa, del pueblo de El Pedregal, partido de Molina de Aragón, donde se produciría un descubrimiento similar pero que describiría con mucho mayor detalle [Román Andrés de La Pastora. II. Antigüedades prehistóricas del partido de Molina de Aragón, Cuaderno III. Informes, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 3, Año 1883].

Otro resultado igualmente notable, si bien en mi humilde juicio más sorprendente, se ofreció á la vista, con ocasión del descubrimiento de este sepulcro, puesto que continuando la excavación á la profundidad de unos 70 centímetros, poco más ó menos, apareció un grande enterramiento, cuyas osamentas, por su fragilidad y poca consistencia, en un sitio seco por su elevación respecto del valle inmediato, parecían acusar mucha antigüedad. Los cadáveres, por lo general, yacían con la cabeza mirando al Oriente, los brazos extendidos en toda la longitud pegados á los costados, rodeados de unas pequeñas losas; entre las cuales y los huesos de los esqueletos aparecieron gran porción de clavos, que parecían indicar haber estado como hundidos en las partes blandas y carnosas del sepultado, por cuanto algunos, redoblados por ambas partes en figura de asa, fueron extraídos de la parte que correspondía o pudiera corresponder al vientre, otros hacia las orejas y cuello; y lo más singular y pasmoso de todo es que en este enterramiento pavoroso aparecen en su mayor parte los cráneos penetrados perpendicularmente por un más largo clavo que, vivo ó muerto el allí sepultado, debió atravesarle toda la masa cerebral. Sin duda que estos cadáveres debieron ser sepultados con sus ropas, vestiduras y adornos usuales, puesto que sobre uno de ellos se hallaron las dos lindas hebillas mayores que se acompañan y un anillo, todo de metal, en buen estado de conservación y algunos con dibujos de relieve que parecen indicar gusto de una sociedad bastante adelantada. Otras dos anillas también aparecieron en otra sepultura, pero que por su mayor delicadeza no pudieron resistir la acción del tiempo, y se deshicieron al intentar extraerlas de las falanges que algún día adornaron. En otra sepultura de reducidas proporciones fueron halladas dos vasijas de arcilla de figuras distintas: una de ancha base y cuello prolongado en toda su integridad; la otra se fracturó en menudos pedazos al extraerla. Debía afectar figura más abierta y ancha.

En medio de este vasto cementerio, del cual sólo una pequeña parte me fué dado reconocer, llamó mi atención una singular sepultura de mayores dimensiones que las demás, en la cual se notaron mezclados y confundidos osamentas de dos ó tres ó más cadáveres completamente dislocados y en informe aglomeración. Sus cráneos, en número de tres, se hallaron boca abajo y con su correspondiente clavo cada uno, como los descubiertos anteriormente, pero separados de los troncos unos 50 ó más centímetros, como si esto quisiera indicar si tal vez estos esqueletos hubieran sido arrojados á una fosa común después de trasportados de otra parte, así como sucede hoy en los huesarios de nuestros cementerios y antes en nuestras iglesias. No pudiendo disponer de más tiempo, porque obligaciones imprescindibles me llamaban á otro lado, y en la persuasión de que los hechos consignados, juntos con los efectos recogidos, que con la debida separación tengo la honra de presentar á la Real Academia, pudieran ser suficientes para que la sabiduría de sus individuos tal vez halle la explicación de las raras costumbres, no solo de los antiguos habitantes de este fértil valle sobre el que descansa la descrita necrópolis, mas también los de una vasta circunscripción, suspendí las excavaciones. Retireme del fúnebre asilo de la muerte al anochecer de ardoroso día, pensativo y un tanto exaltada la imaginación con la lúgubre aparición de tantos cadáveres, sin acertar á explicarme si fueron inmolados por bárbara é inexorable ley, ó por la fiera venganza de algún implacable vencedor, ó tal vez en holocausto voluntario ó forzoso en las pomposas exequias de algún valeroso caudillo. Paréceme que los mencionados enterramientos, llevados á cabo en la forma rarísima que queda consignada, no deben tenerse como un hecho aislado y casual en aquella localidad, sino más bien como una práctica, como prescripción constante de una ley, costumbre ó ceremonia religiosa, observada en una muy extensa y dilatada comarca y vasto territorio, habitado por gente de un origen común, de unos mismos habitantes y de unos mismos hábitos y de unas mismas creencias.

He calificado antes de raros estos enterramientos, concretándome á los de El Pedregal, y así es la verdad, pero no pueden tenerse por únicos. Las escasas noticias que he podido descubrir durante los muchos años que vengo preocupado con la idea de otros semejantes, de que después haré mención, me inducen á creer que ellos, con las horripilantes circunstancias que revisten, han debido ser en lo antiguo de uso general, si no en toda la Península Ibérica, cuando menos en el territorio que actualmente ocupa Castilla la Nueva. Las eruditas Memorias de ese ilustre Cuerpo, al folio 225 del tomo III, ya nos guardan la noticia del hallazgo de 10 cadáveres, cuyos cráneos, perforados cada uno por un gran clavo, fueron descubiertos en el último tercio del siglo pasado en la Mancha Alta, con otra porción de objetos antiguos, por los señores hermanos Zamora al abrir los cimientos para ciertos edificios. También el diligente historiador de Osma, Sr. Loperraez, nos refiere el hallazgo de otro sepulcro que contenía un esqueleto con todo el cráneo empedrado de clavos, según su expresión, del tamaño de tachuelas.

Texto tomado de Cervantes Virtual

Finalmente, otro historiador -Manuel Pérez Villamil- nos ofrece un detalle que no aparece en ninguno de los otros textos aducidos, al comentar muy resumidamente el hallazgo que venimos narrando: la aparición de lo que podría interpretarse como restos de hilo dorado, que interpreta como corroboración de su origen judío.

y aún se encontraron vestigios de hilo de oro que acreditan la procedencia oriental de los trajes de los individuos allí sepultados [M. Pérez-Villamil, La catedral de Sigüenza, Madrid 1899, pag. 32]

¿Carácter judío?

Como he advertido al principio, no pienso meterme en tema tan arduo y polémico, del cual creo haber leído bastante. El hecho incuestionable de que el primer hallazgo que tuvo la publicidad necesaria fuese el realizado en nuestra ciudad, en el fonsario de los judíos o en sus inmediaciones, hizo que en un principio se afirmase que se trataba de una práctica de los judíos españoles, de la cual hoy no perduraría la menor noticia, a excepción de algún extraño dicho aragonés o italiano ("¡Clavado te veas como judío!"). Otros autores han apuntado a que el fenómeno se remonta desde muy atrás en el tiempo y ofrecen diversas explicaciones, aparentemente no definitivas. El yacimiento de "El Pedregal", mencionado anteriormente, pertenece a un poblado celtibérico del s. I a.C. [Martín Almagro Gorbea, Epigrafía prerromana, RAH, Madrid 2003, pp. 198-200] y evidentemente no judío. Quizás la zona fuese una necrópolis desde muy antiguo y simplemente los judíos diesen continuidad al uso del camposanto o en sus inmediaciones. Igualmente este yacimiento no constituiría el único testimonio de una antigua población en el cerro del castillo.

La localización

Don Román nos informaba de que en Sigüenza el hallazgo se producía en una tierra propiedad de sus padres. Efectivamente, en un catastro rústico de 1863 encontramos que un hermano suyo, llamado Carlos Andrés, poseía terrenos en lo que por aquel entonces se denominaba "Cuesta de la Huesaria".

Una tierra de secano en la Cuesta de la Huesaria que linda por todos costados liejo. [Amillaramiento Sigüenza. 1863. Sección Hacienda. Libro 309. Archivo Histórico Provincial de Guadalajara]

Siguiendo en orden cronológico, tendremos la demarcación de la mina "Por si acaso" en 1880. En ella figura como su lindero al sur la "Cuesta de la Huesaria", que estaría situada en la explanada que se extiende en las fachadas oeste y sur del castillo.

Los terrenos reclamados por la mina de arenisca bituminosa Por Si Acaso en 1882. Cubren las 
inmediaciones del antiguo matadero, el castillo y llegan hasta la ladera opuesta del Barranco del Badillo

Demarcación de la mina de arenisca bituminosa "Por Si Acaso". Plano levantado el 7 de noviembre de 1882
[Distrito Minero de Madrid-Guadalajara. Planos S/13]

Notemos que la estaca nº 4 en la figura figura como "Mojón Cuesta de la Huesaria". Igualmente destaquemos donde consigna el topógrafo la situación de las eras.

Ahora pasemos a ver donde se situaban eras en la zona de interés. Para ello usaremos unas antiguas fotos aéreas (año 1946) que no obstante sus defectos, son suficientes para nuestros fines.

Una vista aérea borrosa de Sigüenza tomada en 1946 del castillo y sus alrededores

Vista aérea tomada en 1946 de los alrededores del castillo, en ruinas

En las fotos aparecen unas zonas clareadas por los brillantes empedrados de las eras, cuyas piedras acababan ofreciendo una cara pulida y brillante que refleja la luz por efecto del trillado de las mieses sobre su superficie.

Una anécdota reciente

Hace poco, hablando con Diego Moreno, guarda medioambiental, me contó una anécdota suya de hace unos 30 años, cuando el debía rondar los diez años de edad. Su padre estaba cavando para colocar torres de tendido eléctrico en la zona de las eras del castillo cuando apareció algo que el recuerda como "muchos huesos y clavos, y un cráneo muy raro, al cual parecía faltarle la frente y le atravesaba un gran clavo de un lado a otro. Pensábamos si podía ser de un Neanderthal y uno que mostró curiosidad por el mismo se lo llevó".

El actual parquecillo con la Fuente de El Atance, en vista de 1960. En falso color, lo que aparentan ser postes eléctricos

Detalle de una vista de la década de 1960 de la zona donde antaño se celebraba un mercadillo de ganado, ocupada actualmente por un parquecillo y la Fuente del Atance (Sigüenza. Imágenes para el recuerdo Sigüenza 2003. Fig. 376). En ella se aprecian claramente dos torres de tendido eléctrico que he coloreado para que destaquen. En la misma foto aparecen hoyos recien cavados a la espera de sujetar algo. Igualmente el arroyo del vadillo está en plena fase de repoblación, estando el arroyo flanqueado por agujeros para proceder a su repoblación.

Otro fragmento de la foto anterior donde se aprecian hoyos recién excavados para insertar quizás un poste de tendido eléctrico

Combinando ambos testimonios

Como podemos ver, tenemos dos fuentes de información, separadas más de un siglo y medio entre ellas, que nos dicen donde aparecieron enterramientos con unas características tan similares que no podemos sino considerarlos la misma necrópolis. Cada una de ellas hace hincapié en un dato distinto:

La lógica nos dice que hace 30 años tuvieron que producirse inevitablemente multitud de hallazgos en medio de una campaña de realización de agujeros para distintos fines en los alrededores del castillo y a lo largo de buena parte del Barranco del Vadillo, pero como es habitual, nada se sabe de ello y quien sabe, generalmente calla. A ver que cesto se puede hacer con estos mimbres...

La vista aérea de Sigüenza en 1946 con las eras resaltadas, y sobre ellas el trazado aproximado de las líneas eléctricas

La vista aérea de 1946, con las eras resaltadas en falso color y códigos para facilitar el referenciar zonas.
En azul, disposición aproximada de los postes del tendido eléctrico

Aunque son varias las zonas que presentan antiguas eras y torres de tendido eléctrico de unos treinta años de antigüedad o sus muñones, la zona que parece reunir ambos requisitos en mayor medida y -detalle muy importante- donde Diego recuerda como lugar del hallazgo es la señalizada como B en la imagen anterior. Dicha zona está muy degradada por depósitos de escombros, explanaciones del terreno y materiales varios de construcción, siendo la presencia del aparcamiento en su inmediata vecindad una señal ominosa de inminente desgracia.

En fin, confío en que a alguien le haya interesado saber un poquito más sobre nuestra ciudad y su amenazado pasado.

Posible rastro literario

A pesar de ser un tema de interés tan local, quizás exista una referencia al mismo en una farsa del siglo XVI. Simplemente una hipótesis.

Vistas actuales sobre el terreno

Imágenes tomadas el viernes 8 de Agosto de 2008

El aparcamiento construido adyacente a la zona donde se dirigen nuestras sospechas

Aparcamiento situado frente al castillo

Vista de una de las eras mejor conservadas, situada en la zona sur del castillo

Una vista de una de las eras, situada en la fachada sur del castillo (La Trapa). En la imagen
se puede apreciar uno de los postes del tendido eléctrico que suscitan nuestro interés

En la imagen se muestra la disposición del empedrado de la era en diseños cuadrangulares

Un detalle del empedrado de la era anterior, en uno de los fragmentos mejor conservados.
Estos formaban a veces vistosos diseños. En general, la degradación es muy avanzada.

Base y arranque de un poste de tendido eléctrico suprimido, rodeada por apilamientos de piedras y material de construcción

Vista de la antigua era donde Diego cree que se produjo el hallazgo. En primer término está el
muñón de una torre suprimida y a la izquierda una que permanece en uso. El terreno está tan degradado
que no aparenta la presencia de una era bajo el mismo, donde el autor cuando era niño vio trillar las mieses

La base del antiguo poste de tendido eléctrico donde podría haberse producido el hallazgo en los años 60 del pasado siglo

El muñón donde podría haberse producido el hallazgo

Epílogo

Tras toda la lectura anterior, todavía queda alguna más. Si te animas, amigo lector, hasta puedes regodearte (el término es adecuado) con algún testimonio del pasado donde figura nuestro fonsario y su situación. ¡Hasta otra!

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