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Marcos Nieto, Agosto 2004
En el legado fotográfico de Pedro Archilla Riosalido figura ésta imagen, catalogada como "Sigüenza: Arqueología". Aparenta tratarse de una estela votiva, quizás funeraria, mutilada para ser reaprovechada como sillar. En la parte superior se adivina la representación de una embarcación romana, con tripulantes. El ejemplar es magnífico.
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Esta pieza se halla descrita desde hace bastante tiempo, copiando el siguiente texto de J. M. Abascal Palazón [1,páginas 52-56]
Estela funeraria latina grabada sobre piedra caliza, de la que desconocemos sus dimensiones, pues se encuentra hoy perdida y ninguno de los autores que la han publicado tomaron la precaución de medirla. Fue descubierta en 1889 por D. Juan Catalina García López empotrada en la Ermita de los Santos de esta localidad, dando cuenta a la Real Academia de la Historia [2] y siendo publicada por Fidel Fita al año siguiente [3] . En 1912, por orden del Obispo Minguella y Arnedo, fue trasladada al Seminario de Sigüenza, en donde en 1921, Francisco Naval pudo verla exenta, publicando a raíz de aquella visita una nota en el Boletín de la Real Academia de la Historia [4] , en donde apareció la única reproducción fotográfica que existe de la estela.
Arriba, ostenta una nave de tres palos con un tripulante erguido, navegando entre dos figuras marinas colocadas oblicuamente de tal manera que tocan con sus colas ambas esquinas de la estela. Debajo, se representa una guirnalda colgante con festones laterales. La guirnalda, cuyos extremos se situaban inmediatamente debajo de la moldura que rodeaba el campo epigráfico, está adornada con un aspa incisa en el centro, flanqueada por dos rosetas de diez pétalos y botón central, cubriendo los espacios muertos lo que parecen ser pequeñas flores. Los festones laterales son simples oscilaciones verticales y los ángulos que forman con la guirnalda se rellenan con rosetas de diez pétalos y botón central pero de menor tamaño que los ya citados. El semicírculo que forma el campo epigráfico y la guirnalda, ostentaba un motivo circular, seguramente vegetal, que debió ser borrado al mismo tiempo que la moldura. El texto funerario es el siguiente:
ATTA . ABB JVCIU OIOCVM NISSIC RECTUGE ACCVT NI.F.L.VX F.H.S.E.S H.S.E.S.T.T.L T.L. |
Atta Abb/oiocum / Rectuge/ni F(ilia) L(uci) Ux(or) / H(ic) S(ita) E(st).
S(it) T(ibi) T(erra) L(evis).
Luciu[s]/ Nissic[um]/ Accut[i]/ F(ilius) H(ic) S(itus) E(st) S(it) [T(ibi)]/
T(erra) L(evis).
Parece difícil que una piedra que debía ser un sillar de considerables dimensiones se perdiese sin más. Y de hecho se perdió, lo que no menciona la extensa descripción anterior es que fue en el maremagnum de la Sigüenza de los meses de Julio-Agosto de 1936. En aquel entonces el Seminario sufrió saqueos y conatos de incendio casi a diario, hasta que el definitivo consumió el edificio. Si vemos unas imágenes del resultado de tanto "jugar con fuego" podremos hacernos una idea de como una piedra suelta, por muy hermosa que fuere, podía pasar desapercibida...
La capilla mayor del Seminario, tras producirse
su saqueo e incendio entre los meses de Julio y Agosto de 1936. Al fondo
se aprecia el antiguo retablo, cuyo paradero no conozco tras
la restauración del mismo. La descripción del mismo era la
siguiente en 1836:
altar mayor de madera con cuatro columnas, jaspeados con un cuadro en lienzo de San Antonio |
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Exterior del Seminario de Sigüenza tras su destrucción en 1936; sólo quedan las paredes. Pasados los años, sería restaurado, reinagurándose en 1948. |
El Seminario de Sigüenza albergaba una rica biblioteca y colecciones arqueológicas variadas. Hay que suponer que heredase las bibliotecas de la Universidad y los Colegios Mayores de la ciudad al desaparecer éstos. También se nutrió de retablos y obras de arte de monasterios desamortizados, que poco a poco fueron cediendo las autoridades civiles al revelarse ilusoria la construcción de un gran museo en la ciudad de Guadalajara que albergarse el arte del resto de la provincia. También acumulaba piezas arqueológicas de muy distinto valor y procedencia, producto del "furor arqueológico" que despertaba en miembros del Estado Eclesiástico la posibilidad de confrontar con ruinas y hallazgos los textos de los historiadores clásicos que atiborraban sus bibliotecas. En aquella época confusa, se daba de todo. Algo antes, incluso se formaban asociaciones de "estudiosos" que con el pretexto de conocer el pasado expoliaban los yacimientos, como gráficamente exponen Manuel Pérez-Villamil en su obra "La Catedral de Sigüenza" [5, pág. 22].
La curiosidad de unos y la codicia de otros hace algunos años que ejecutaron excavaciones en este lugar (refiere a continuación la parquedad de resultados obtenidos).
Recordemos asimismo que un pionero de la Arqueología en España, Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922, XVII Marqués de Cerralbo) desarrolló el grueso de sus actividades arqueológicas por esta zona y de aquí salieron personalidades tan destacadas en el incipiente mundo de la prehistoria hispánica como Román Andrés de la Pastora y Manuel Pérez-Villamil. Yo he llegado a tener en mis manos un tratado de prehistoria de finales del siglo XIX, con anotaciones manuscritas de uno de estos "curas arqueológos" sobre los hallazgos e investigaciones en la provincia, asesinado en 1936.
Tras el desastre, los pocos restos que había se dispersaron. Algunos pasarían con el tiempo a unirse a los que procedentes del saqueo y pillaje reinantes en el anterior conflicto, abarrotaban el mercado de antigüedades de Madrid y Barcelona. Así todavía es posible encontrar algún ejemplar procedente de aquella biblioteca que tan triste fin tuvo.
Ex-libris del seminario de Sigüenza, en un ejemplar de las Declamatione XVII pro adventi Domici authore Frate Alonso ab Horozco. Mantuae Carpetanum, excudebat Petrus Cofin, 1569, comprada en un librero de viejo en Madrid |
Así, no es de extrañar que cuando Toribio de Minguella y Arnedo, obispo de Sigüenza e historiador, oyese hablar de una estela romana empotrada en la ermita de Los Santos -hoy desaparecida- en Almadrones decidiese trasladarla al Seminario para su estudio, donde se juntó con otros muchos objetos. Nos queda el consuelo de que en su lugar de procedencia se cometieron robos legales de mucho mayor calado y que permanecen impunes.
[1] Juan Manuel Abascal Palazón Epigrafía romana de la provincia de Guadalajara Wad-Al-Hayara, nº 10 (1983)
[2], Nota de [1]. García López, J. C., Biblioteca de escritores de la provincia de Guadalajara y catálogo de la misma hasta 1889, Madrid 1892, Pág. 519. Parece ser que Juan Catalina García obtuvo la primera noticia de la pieza, a partir de la primera mención del hallazgo, escrita por D. Manuel Osorio, Rector del Colegio de Humanidades de Brihuega (Osorio, Discurso de la invención de las reliquias de los que se suponen Santos en Almadrones...), trabajo que no conoció el cronista provincial, pero que figuraba en la obra de Gallardo, Biblioteca de libros raros y curiosos, tomo I, pág. 363. Se da la circunstancia, y a ello se refiere la obra de Osorio, de que junto a la estela aparecieron los huesos del enterramiento, que fueron tomados como pertenecientes a mártires, por más que Naval, F. La estela romana de Almadrones, pág. 282 (LVid. Bibliografía a la pieza nº 3), intenta salvar el prestigio del pueblo negando tal suceso sobre los datos de una investigación llevada a cabo en los Archivos de la localidad, contradiciendo así las versiones anteriores.
[3] Nota de [1]. Fita, F., Noticias. BRAH, XVI (1890). Págs. 223-224.
[4] Nota de [1]. Naval, F., La estela romana de Almadrones. BRAH, LXXIX, (1921), Págs. 281-289
[5] Manuel Pérez-Villamil La Catedral de Sigüenza Madrid 1899