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Marcos Nieto, Octubre 2011
Dentro de la variedad de actividades artesanales y/o industriales que con el tiempo se han desarrollado en nuestra ciudad, una actividad que perseveró durante muchos años para finalmente desaparecer ha sido la de los alfareros. Con el paso de los años incluso darían nombre a una calle, la Calle de las Alfarerías, testimonio de que en la misma se asentaron diversos hornos alfareros, hoy desaparecidos.
En el siglo XVIII las actividades industriales de nuestra ciudad cubrían un amplio abanico. Así, entre las profesiones por las que interroga el Catastro del Marqués de la Ensenada, en su trigésimo tercera pregunta:[Catastro del Marqués de la Ensenada, Respuestas Generales. Sigüenza, 8 de enero de 1752]
Pregunta 33ª "Que ocupaciones de Artes mecánicos hay en el Pueblo, con distinción, como Albañiles, Canteros, Albeytares, Herreros, Sogueros, Zapateros, Sastres, Perayres, Texedores, Sombrereros, Manguiteros y Guanteros, &c. explicando en cada Oficio de los que huviere el número que haya de Maestros, Oficiales, y Aprendices; y que utilidad le puede resultar, trabajando meramente de su Oficio, al día a cada uno"
Entre las profesiones, se nos informa de cuantos alfareros desarrollan su actividad:
33ª Treze Alphareros Cantareros de Hobra ordinaria y Bidriada, y tres Aprenndizes cuios jornales regulan asi: A Antonio Armado y Juan Franco dos rr. a Bernardo Albano y Joseph (pag. 156 vto) Morillejo seis r. y a los demás maestros quatro rs. y quartillo, y el de los Aprehendizes un Real y medio
Una vez desaparecidas las alfarerías en nuestra ciudad, el barrio donde se asentaban está adquiriendo una fisionomía totalmente residencial, fiel reflejo del cambio en la actividad económica experimentada. Se construyen nuevos edificios o se reforman los existentes, y al hacerlo en ocasiones aparecen entre los escombros que se retiran muestras de la actividad de nuestros antepasados. Así, es fácil encontrar objetos como atifles y birlas, aunque es importante saberlos reconocer para identificarlos y que no se pierdan estos testigos de nuestro pasado.
Conjunto de atifles aparecidos en la finca Bajada del Portal Mayor nº 25 (©Ernesto A. Alcolea)
Como podemos observar, se trata de un objeto sencillo, obtenido moldeando groseramente su forma con la arcilla. Su utilidad nos la proporciona concisamente la definición del Diccionario de la Real Academia Española:
atifle: m. Utensilio de barro, a manera de trébedes, que ponen los alfareros en el horno, entre pieza y pieza, para evitar que se peguen al cocerse.
Para entender mejor su uso, es importante considerar qué ocurre cuando se introduce una pieza de cerámica en el horno, para obtener una pieza vidriada, esto es, aplicando un fundente sobre su superficie que al fundirse toma la apariencia y el lustre del vidrio. Este tratamiento se encuentra con una importante dificultad, que tiene su origen en el modo de colocarse las piezas en el interior del horno para su cocción. Para aprovechar al máximo la hornada, se procura colocar el mayor número de piezas en el interior del horno, apiladas pero minimizando el contacto entre las mismas, pues el fundente, al vitrificarse puede actuar de adhesivo entre las piezas, inutilizándolas.
Para ilustrar mejor los ejemplos, emplearemos diversos elementos obtenidos de vertederos, en este caso de Guadalajara capital.
Dos cuencos o escudillas, presentado la primera un atifle en su interior.
En la imagen se aprecian dos cuencos en visión superior, ya vidriados, mostrando el izquierdo un atifle en su interior; si se fija uno, se aprecian con claridad los puntos donde el atifle empleado en la cocción de la pieza se apoyó en su superficie, pues quedan siempre pequeñas marcas, zonas donde el vidriado no es liso.
Dos cuencos o escudillas, apiladas una sobre la otra, con dos atifles, uno visible y otro oculto (situado entre las piezas)
El diseño del atifle va parejo a la estructura de la pieza que se desea vidriar. Un buen atifle minimizará la superficie de contacto entre las piezas que separa, hasta hacer casi imperceptible la huella de su presencia en la superficie. Cuando se trate de separar piezas planas, como es el caso de los platos, donde podrían quedar huellas en la cara interior del plato inferior y en la cara exterior del plato superior, el atifle presentará dos "picos", uno superior y otro inferior.
Un conjunto de diversos modelos de atifles, combinados con un par de fragmentos de "birlas" y
un elemento no clasificado,
procedentes todos de los vertederos de Guadalajara capital. Su diversa tipología
puede ser reflejo de usos diversos,
así como de el avance de las técnicas de fabricación con el tiempo.
El elemento puntiagudo del atifle que hace contacto con la superficie a separar se denomina "pico"; en el caso de elementos con una base protuberante (escudillas, cuencos) es suficiente un pico situado en posición inferior. En el caso de superficies casi planas (como platos o fuentes) se emplean de "doble pico", para evitar dejar marcas tanto en la superficie de contacto inferior como en la superior. Incluso hay alguno de extremos planos pero de sección triangular, quizás pensados para ofrecer una mayor flexibilidad en el punto de apoyo y permitir su uso con una mayor variedad de vasijas (posiblemente sea el diseño más moderno).
Tres modelos de atifle, según como termina su extremo: plano, pico simple y doble pico.
Para terminar esta somera descripción de objetos que pueden denotar la existencia de un alfar en las cercanías, nombraremos otro curioso utensilio, la "birla", simple rodillo de arcilla que se introduce a través de orificios en las paredes del horno para estibar las pilas de vasijas en su interior, de modo que se mantengan verticales.
Dos fragmentos de birlas, una cilíndrica y otra troncocónica, amén de un elemento cuya utilidad se me escapa: un pegote aproximadamente cilíndrico de barro atravesado en toda su longitud por un orificio. Fernando Pérez Rodríguez (Conservador del Museo de Valladolid) aportó a estas páginas que "el objeto cilíndrico con una perforación aparece con cierta frecuencia en los alfares de la Edad Moderna moderna y se suelen interpretar como pesas para redes de pesca fluvial".
Ruinas de horno islámico en Zaragoza. Se aprecian las birlas, todavía muchas en su posición perimetral.
José Aguado Villalba, La cerámica hispanomusulmana de Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, CSIC, Madrid 1983. Un muy exhaustivo estudio realizado igualmente a partir de fragmentos obtenidos en vertederos y taludes de la ciudad de Toledo.
Natacha Seseña, La cerámica popular en Castilla La Nueva, Editora Nacional, Madrid 1975. Un libro estupendo donde en pocas páginas se resume el pasado y el presente de la cerámica en la región, sin pretensiones de exhaustividad.
María Pilar Galve Izquierdo, El espacio urbano en la Zaragoza islámica, I Jornadas de Arqueología Medieval en Aragón: balances y novedades, Teruel-2006, p. 187
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