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El Santuario de San Bartolomé en Bujalcayado

Marcos Nieto, octubre 2015

Este invierno me decidí a retomar el contacto con un pasado que aunque reciente, se antoja lejanísimo. ¿Cómo podríamos expresar si no el impacto que produce visitar lugares desolados que hace no tanto estaban llenos de vida? El lugar escogido son unas ruinas rodeadas de maleza, que destaca en la falda de un monte pelado situado frente al pueblo de Bujalcayado: éste último también ha sufrido los zarpazos de la despoblación y el abandono, y su suerte ha sido más o menos pareja a la del santuario que albergaba su término.

Recuerdos

Finalizaba la década de los años 70 del pasado siglo cuando me ofrecieron ir al pueblo a conocerlo y como chaval al que le gustaban esas cosas, acepté gustosamente, yendo con mi cámara de fotos. Mi única relación con el lugar se remontaba a la década anterior, cuando una vecina de Sigüenza llamada Martina había asistido a mi madre en el cuidado de la casa e incluso había cuidado de mi hermano y de mí cuando mi madre no podía; así me quedó en la memoria la noticia de un "aceite milagroso" que manaba en una fuente cerca de su pueblo.

Cuando llegué a Bujalcayado —recuerdo que era verano— lo primero que noté fue la estupenda fuente que tenía la plaza principal, cuyas aguas se recogian en un lavadero y luego discurrían en un riachuelo hasta bordear la iglesia parroquial, dedicada a Santa Quiteria. El templo estaba rodeado por maleza y el cura párroco a quien seguíamos nos advirtió que era peligroso entrar en el mismo, pero pensamos que sería una pena no aprovechar la ocasión para visitarla.

Una vez salimos del ruinoso templo parroquial, nos enseñaron la imagen que había presidido hasta pocos años antes la cercana ermita de San Bartolomé, apóstol y evangelizador de Armenia, que padeció martirio en aquella tierra siendo desollado por orden de las autoridades; creo que la guardaba un vecino en su casa y estaba repintada con pintura plástica, de modo que recuerdo vagamente una escultura de tipo manierista con un estudio anatómico merecedor de estima, pero que su repintado intenso en colores planos (rojo, azul, rosa) hacía irreconocible.

Finalizando ya la estancia en el lugar me acuerdo de acercarme a la ermita de San Bartolomé para intentar localizar "el aceite milagroso", pero me la encontré ya abierta y abandonada y lo único que recuerdo era una especie de bancada que recorría el perímetro interior del templo, aunque ni de eso estoy seguro.

Vuelta al lugar

En febrero de 2015, transcurridos unos 40 años de mi primera visita, decidí volver a la ermita de San Bartolomé, ya demasiado difuminada en mi recuerdo. Desde el camino se divisaba la maleza donde sabía estaba la ermita, pero no el menor atisbo de edificación. Tampoco era aparente ningún camino que condujese al lugar, así que se imponía subir la ladera de la montaña. Únicamente cuando se estaba muy próximo a alcanzar la supuesta situación de la ermita es cuando se atisban los restos de la misma, rodeados de tal manera por la vegetación y la maleza que es prácticamente imposible acercarse a menos de cinco metros de la misma, a modo de cordón protector.

Paisaje invernal de una montaña cuya ladera presenta una mancha de vegetación apenas distinguible, por estar desprovista de hoja

La masa pardusca que denota la ubicación del Santuario de San Bartolomé

En cuanto llegamos a la construcción, lo primero que sorprende es el total abandono del lugar. Del edificio únicamente se conservan las paredes y los zarzales y ramaje impiden llegar a la misma. Se aprecia que el edificio era extremadamente sencillo, de una sola nave, dividido en dos transversalmente por un arco que habilitaba un presbiterio o capilla mayor. Como mejor se contempla el conjunto es situándose ladera arriba con respecto al mismo; tal es la muralla de maleza que lo rodea, excepto en la cabecera del templo.

Los muros de un edificio carente de techumbre y totalmente rodeado por vegetación

El exterior del presbiterio del santuario, visto desde el sur

La cabecera del templo, allí donde la vegetación permite ver con mayor claridad los muros que restan

Vista de la cabecera desde el este

El edificio se dispone perpendicular a la ladera del monte, orientado al este, presentando los muros perimetrales un estado desigual de conservación: bien los situados ladera arriba, mal aquellos ladera abajo. A los pies de la ermita y en su lateral sur debió existir algún tipo de edificación complementaria, hoy completamente derruida e inaccesible.

El templo tenía situada su puerta de acceso al oeste; una pequeña puerta rectangular, extremadamente sencilla, más propia de una humilde vivienda que de un templo, siquiera modesto. Lo mismo podríamos decir de la puerta que la cerraba, que cuadraría mejor con un puerta de interior que no de exterior. Quizás fuesen los indicios de una antigua y modestísima rehabilitación del templo tras sufrir algún tipo de vandalismo o destrozo. En la actualidad se encuentra prácticamente bloqueada por el derrumbe de la antigua tribuna, lo que hace igualmente arriesgado el paso.

Puerta de cuarterones de una sola hoja atascada en posición abierta por escombros

La puerta del templo, de una sola hoja

Tras lograr abrirse camino entre la vegetación se vadean los maderos caídos procedentes de la antigua tribuna y se puede contemplar el interior del templo, que aunque estorbado por escombros y maleza se reconoce como una estructura muy sencilla de templo de una sola nave, con presbiterio en su día cubierto por un artesonado y separado de la nave por un arco de sillería que todavía se mantiene en pie. En el lateral del evangelio se conserva el arranque de lo que debió ser un humilde púlpito.

Vista de la única nave de la ermita, sin techumbre y totalmente invadida por la vegetación

Vista del interior del santuario desde la puerta

La techumbre se halla desplomada en su totalidad y es achacable, además de al abandono, al progresivo vencimiento hacia el exterior del muro del lateral norte, que hizo perder apoyo a las vigas. Este fenómeno acarreará a buen seguro la pérdida igualmente del airoso arco que se mantiene en pie, en su perfecto abandono.

Una vista del muro lateral sur con parte del arco triunfal al fondo

El muro sur de la nave

Una chica me alcanza unas tijeras de podar en el presbiterio en ruinas

Mi colaboradora, ofreciéndome un utensilio indispensable para explorar lo que va restando de nuestro patrimonio, ¡aunque quizás fuese mejor un machete!

Uno de los arranques del arco triunfal, con un esquinazo donde se aprecian restos de la techumbre

Detalle del arranque del arco, con restos del artesonado que cubría el presbiterio

En la cabecera del templo se conservan los restos de un altar de traza rococó, muy sencillo, tanto que no mereció ser rapiñado y allí permanecen los restos de un par de estípites de color añil. Incluso se puede apreciar perfectamente el contorno del desaparecido retablo, a modo de huella dejada en el revoco de la pared.

La huella de un retablo en la pared, al apreciarse su silueta en un muro de mampostería que ha sido enfoscado en yeso en torno

Impronta del desaparecido retablo en la pared

Restos de una de las columnas del antiguo retablo, pintadas en azul claro

Estípite del retablo de San Andrés

Con el reconocimiento realizado, podemos ofrecer un esquema de como era aproximadamente la planta del templo. En su costado norte tenía adosada una edificación, cuya ruina es hoy completa. Dimensiones en metros.

Un croquis con las dimensiones básicas de la construcción

Planta del Santuario de San Bartolomé

Adyacente a las ruinas se encuentra un cercado totalmente invadido por la vegetación, así como una praderita rodeada por grandes piedras y un par de aparejos de un edificio derruido; ocupando un lateral, todavía se conserva la impresionante osamenta de una olma.

La corteza de un enorme árbol reposa en el suelo, con restos de una construcción pastoril de fondo

Restos de la antigua olma que presidía el prado

La fuente milagrosa

Hasta ahora hemos realizado un recorrido por el templo y sus alrededores. Pasemos ahora a considerar lo que constituía su corazón: un pequeño pozo o fuente que afloraba en su interior. Aunque cegado en buena parte hoy por los derrumbes, puede todavía observarse el antiguo lugar de sanación.

La fuente consiste en una pequeña oquedad situada apenas cruzado el umbral de la puerta, a mano izquierda. En su momento el espacio se encontraba cubierto por una tribuna, hoy prácticamente derruida y cuyos escombros, entre otros muchos, han contribuido a cegar la fuente.

El espacio bajo la antigua tribuna en el lateral norte, totalmente cubierto de escombros, con un hueco casi tapado

El hueco de la fuente, visto desde la entrada

El hueco de la fuente, que está construida en piedra de sillería

La fuente milagrosa, tras retirar parcialmente el escombro que la colmataba

El interior de la fuente está igualmente construido en piedra de sillería, faltando un sillar al fondo, por donde penetra luz

Vista del interior de la fuente milagrosa

En el proceso de retirada de los maderos y escombros que la colmataban, observamos un hecho curioso: algunos de los yesones habían actuado de absorbentes de una sustancia untuosa. ¿Sería un resto del "aceite que sobrenadaba" el agua milagrosa? Quizás al cegarse con yesones el hueco y acabar cesando el flujo de agua dicho hidrocarburo se quedó atrapado en éstos últimos.

Trozo de revestimento en yeso con una sustancia similar a alquitrán pegajoso en una de sus caras

Un yesón con una sustancia oscura y untuosa que se adhería a su superficie

Esto que hoy vemos reducido a tan triste estado, fue durante siglos un lugar al que acudían todos los pueblos del entorno, que tenían en San Bartolomé a su santo protector. A su santuario, muchas veces denominado ermita por su modestia, acudían a veces desde muy lejos para implorar la curación de diversas dolencias, siendo el remedio de las hernias aquella para la cual se consideraba más eficaz su intercesión. Para ello había de procederse a la lustración con el agua de la fuente y si la talla del enfermo lo permitía (bebés, niños) se introducía de cuerpo entero en la fuente. Aunque se atribuía a la fuente el prodigio de que sobre su superficie se observase siempre aceite sobrenadante, no consta que dicho aceite fuese recogido para su empleo posterior.

En las paredes dadas de yeso los devotos dejaban pequeñas oraciones y huellas de su paso, cuanto más cercanas a la fuente, mejor. Hoy apenas pervive alguna por el estado de deterioro de las paredes y la mayoría son ilegibles, aunque en alguna parece leerse "fuente sin igual".

Escritura esgrafiada sobre el yeso de la pared

Una inscripción esgrafiada sobre el yeso: se lee "Bujalcayado 17 de Julio de 1908"

Unas pinceladas sobre la historia del lugar

Este santuario, como la gran mayoría de los de los alrededores, fue levantado a expensas de particulares, que bien actuando individual o colectivamente, promovieron su existencia a través de los siglos. En el caso del santuario de Bujalcayado, una Cofradía de San Bartolomé gestionaba los escasos recursos que diversos donantes habían aportado a lo largo del tiempo para su sustento: una casa para el santero, una pequeña tierra de labor, varias cabezas de ganado ovino, que se denominaban "de San Bartolomé" y cuya carne y lana servían para sufragar los gastos, etc. Los habitantes de los pueblos circunvecinos y los peregrinos que allí acudían trayendo a sus enfermos igualmente contribuían con sus limosnas; incluso el Concejo se ofrecía a sufragar una parte significativa de los gastos cuando estos excedían de la capacidad de los humildes cofrades y devotos. No olvidemos que eran generalmente los Concejos los que levantaban los santuarios al emitir un voto de fidelidad a sus patronos y de compromiso de sufragar su mantenimiento.

Es precisamente a través de los cuadernos donde se llevaba la contabilidad de estas fundaciones donde tenemos apenas unas pinceladas de lo que afectaba a nuestro santuario.

Antigüedad del culto

Paisaje esculpido en madera donde aparece una sencilla iglesia en el lado izquierdo y un árbol frondoso a su derecha

Un templo y un árbol de gran porte representados en la predela del retablo procedente de Bujalcayado que actualmente se conserva en la parroquia de San Vicente Mártir en Sigüenza. Sea casualidad o no, el caso es que el edificio representado parece una versión idealizada del que podía ser el aspecto del santuario en el siglo XVII.

El retablo también nos proporciona sugerentes detalles que podrían estar relacionados con Bujalcayado. Nos referimos a las dos torres de artificiosa factura que están dispuestas flanqueando el anterior conjunto del santuario. Esta curiosa característica nos podría retrotraer al origen de estas poblaciones, que ha dejado su huella en la toponimia de algunas de ellas. Así es frecuente (pero no seguro) hacer derivar el nombre de este pueblo como otros de la zona (Bujarrabal por ejemplo) de la palabra árabe burŷ (torre); en todo caso y sin necesidad de acudir tan lejos, la actual toponimia de los montes que circundan la zona está llena de referencias a términos castellanos que denotan torres o atalayas.. Únicamente estas torres figuran como elementos figurativos: el resto son grutescos y adornos. ¿Pudieran constituir una especie de referencia heráldica colectiva (e.g. escudo del lugar) hoy perdida?.

Torre escalonada con almenas Torre escalonada con almenas y coronada por un chapitel

Constituyan o no dichas torres una referencia a la génesis del poblamiento de la zona, es lamentable cómo la pérdida consentida por todos del patrimonio mueble de dichos lugares de culto colectivo nos está privando para siempre de unas claves de interpretación que ahora no están de moda, desgraciadamente. Pero lamentaremos su pérdida, a buen seguro.

"Hermita de San Bartolomé. Se informado que la hermita de San Bartolomé que ai en el termino de dicho lugar se alla mui indecente y exceptuando las capilla y una parte del pando y amenazando ruinas y por este lado y que asimismo la imagen de dicho santo necesita retocarse y que se quiten tres imágenes de nrs. Sra. y otra de dicho santo que se allan en otra capilla que esta mui indecorosas, manda su excelencia que quitar quatro últimas imágenes, alguna de dicho lugar: La quite del en el que al presente se allan y las entierre en la iglesia, u otra parte sagrada que le pareciere y que por lo que mira a los reparos de que se determina necessita y para que se pueda ocurrir al remedio dellos, como dar bien a la maior dezencia del santo, se encete lo mandado en a auto que se da puesto por que se exiva el libro del gobierno de dicha hermita y reconozca el caudal con que se alla" Visita del año 1719 [3]

Del texto de la auditoría que hacía la autoridad eclesiástica podemos deducir que el estado de la ermita era malo en el año 1719, pero lo que más interés ofrece es darnos a conocer que en dicho año había dos imágenes de la Virgen María y una de San Bartolomé que estaban en muy mal estado por su antigüedad, tanto que ordenó enterrarlas en lugar sagrado. Si la imagen ‐hoy en paradero desconocido‐ (*) de San Bartolomé la podríamos datar en el siglo XVI, la imagen que la precedió pudiese ser románica o gótica, siendo un argumento indirecto para estimar la posible antigüedad del culto en el lugar.

Necesidad de continuos reparos

Si algo nos dejan claro los libros de contabilidad de la cofradía e iglesia parroquial de Bujalcayado era el contínuo mantenimiento que se practicaba a la ermita, reflejo tanto de la precariedad de su estructura como del interés que mostraban los lugareños en su mantemiento. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se suceden los cargos para reformas en el templo.

Cuentas 1619. Retexo de la yglesia y de la de San Bartolomé. Adererezo de la casa del santero de san Bartolomé.[2]

Cuentas 1623. Obra en San Bartolomé [2]

Cuentas 1631. Que pagó a Gaspar de Zezinza, Marcos de Azo montañeses por azer labra del dicho santo mil ciento y sesenta vs ay carta de pago. Posadas. Mas dos mil seicientos diez i ocho mrs que costó la posada que se les dio a los dichos bizcainos. De cal i traerla. Apear la ermita. [2]

Visita 1637. Se reciben en quenta que gastó en madera, clavos, epones y posadas y en adereçar unos yerros de la campana y unos asientos en la ermita de San Bartolomé… y en cal para hadereçar la ermita de San Bartomomé tres mil trescientos y catorce mrs. Ytem se le pasan en quenta diez ducados que pagó a Gaspar de çeçin montañés por una obra que se hizo en San Bartolomé. Puerta. Ytem se le reciben en quenta veinte y un rs que gastó en comprar una puerta y en asentar la en la casa de el santero. [2]

Protección del santo sobre los pueblos de la zona

Una prueba de que se consideraba a San Bartolomé como el protector de los pueblos de la zona es que se acudía al mismo cuando se consideraba que las plegarias a las imágenes de las Vírgenes no eran convenientemente atendidas. Entonces se acudía al patrón común de la zona, como ultima ratio. Igualmente constan los pagos que se hacían a los predicadores (generalmente franciscanos o dominicos) por sus sermones, a los cuales existían gran afición en la época.

Cuentas 1666. Gasto en la letanía de S. Bartomomé… Lucas de Gonçalo, cura propio que fue de este dicho lugar en las procesiones de agua que se hicieron llevando a Riosalido a San Bartolomé y volverle a su casa con los sacerdotes sesenta y dos reales como constó en su memoria. Mas pareció aber gastado quando las procesiones de agua a San Bartolomé libra y media de cera para el altar en seis belas costó de ocho reales.
Cuentas 1754-55. Item se le admiten en data 30 rs que dio de limosna al Padre Guardián de San Francisco de Sigüenza para el sermón que predicó quando se azia la obra para eszitar mas la devoción al santo.

(*) Nota: O quizás no tan desconocido, pues en el pueblo me dijeron que "creían que estaba en Alcalá de Henares", pero no quisieron precisar más, animándome a que descubriese por mi cuenta la verdad.

Bibliografía

[1] Libro de quentas de las limosnas y prendas de San Bartolomé y que está en la iglesia de Bujalcayado que empieza esta año de 1702 años con las quentas que se reciben a Miguel Rebestido mayordomo que fue el año de mil setecientos y de setecientos y dos es como se sigue: [Bujalcayado(2), Sección Fondos Parroquiales, Archivo Histórico Diocesano de Sigüenza]

[2] Libro de Fábrica 1597-1668 [Bujalcayado(2), Sección Fondos Parroquiales, Archivo Histórico Diocesano de Sigüenza]

[3] Libro de quentas 1690-1814 [Bujalcayado(2), Sección Fondos Parroquiales, Archivo Histórico Diocesano de Sigüenza]

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