Called from/Referenciado desde: Histgueb: Noticias de hallazgos

Esta vez por lo menos es dorado…

Otra vez volvemos a un lugar que nos es familiar: la memoria. El objeto evocado no hace muchos años que lo tuve en la palma de mi mano. Su dueño lo había encontrado en el parque de La Alameda de Sigüenza, cuando abrieron profundas zanjas para desenterrar los tocones de los magníficos olmos que habían durante siglos adornado el lugar, y que hacía años eran yermos maderos por culpa de la grafiosis. Este paraje estuvo habitado ya desde antiguo, como atestiguó la aparición de mosaicos romanos al construirse la urbanización Santa Librada, pequeños fragmentos de los cuales me enseñaron como curiosidad años después. Tras ello se siguió (que sepamos) su uso como necrópolis durante siglos, como muestran las recientes excavaciones en el actual convento de monjas clarisas. El curioso objeto dorado como tal se aseguraba que había aparecido cerca del recinto de juegos infantiles, en los montones de tierra apilados orillando las zanjas.

Un rincón de la Alameda con la pista de baile en primer término y al fondo Nuestra Señora de los Huertos

Una vista aproximada de la zona donde apareció

Lo hallado consistía en una especie de casquete metálico, una semiesfera hueca formada por una lámina con los bordes vueltos, de modo que aparentaba una forma de bombín o botón sobredimensionado. Era de reducidas dimensiones (unos 5 cm de diámetro), pero las magulladuras y desgaste que presentaban denotaban una importante antigüedad. Finalmente, los materiales daban el toque de nobleza: una relativamente gruesa lámina de oro con restos de una decoración muy perdida que aparentaba consistir en unos pétalos en disposición radial, realizados empleando un esmalte de color rojo suave, casi rosado. El color tan apagado del esmalte quizás se debiese a la abrasión, pues el objeto estaba muy magullado. ¿Su función? Difícil resulta aventurarse, pero aparentaba tratarse de un complemento decorativo.

Resistencia al olvido

A lo largo de nuestra vida somos testigos de muchas cosas; a veces es difícil discriminar entre las triviales y las importantes. Y en cuanto a objetos que nos hablan de nuestro pasado, no necesariamente tienen que ser hallazgos a lo Indiana Jones, sino cosas que se salen de lo normal y que constituyen a veces el escaso o único testigo de algo. ¿Debemos dejar que se pierdan, por lo menos para que otros puedan juzgar sobre su importancia o carencia de la misma?

Para evitar que de algún modo su noticia se pierda, ofreceremos una muy sencilla recreación virtual del objeto como tal: excuso decir que el original estaba en mucho peor estado, con magulladuras, arañazos y rotos que denotaban que nuevo no era.

Se aprecia una forma esférica convexa rodeada de un reborde en el mismo color

Vista superior

Vista de perfil, apareciendo como una semiesfera que descansa en un reborde

Vista lateral

Supuesto corte en que se aprecia que se trata de una lámina metálica confrmada

Un supuesto corte del objeto, para enfatizar su carácter de lámina metálica doblada formando rebordes.

La semiesfera de oro con cuatro pétalos de esmalte rosado en disposición cruciforme en torno a la cúspide

Recreación de lo que pudo ser la decoración. Únicamente se conservaban uno o dos pétalos de lo que pudo constituir un diseño radial o cruciforme. Esta imposibilidad de determinar rápidamente la extensión original de la decoración derivaba de que el esmalte estaba aplicado sin emplear la tradicional técnica de levantar un fino borde en torno al mismo, esto es, sin hacer uso de la técnica denominada cloisonné. No había un perfil que diese forma al esmalte y al perderse éste, no se conservaban trazas del dibujo.

 

Página principal Histgüeb